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jueves 30 de junio de 2005

Porque vas a venir…

La esperanza es lo último que se pierde, dice el refrán. Ejemplos de la actualidad demuestran que algunos sectores realmente han comprendido la importancia de esforzarse para ganar en competitividad y abrirse al mundo. Sólo es cuestión de esperar que ese ejemplo se extienda al resto de la Argentina.

Un vals-canción cantado por Juan Darthés en un recital hace unos días, fue precedido por una invocación de esa canción al tiempo de la esperanza de un país mejor para todos. Hasta en el nivel tanguero rezamos para que se salga de la malaria.

En algunos rubros estamos saliendo, a pesar de que el Estado oprime con gabelas y retenciones injustas. Pocos días atrás, los diarios anunciaron que el producto de la siembra de cereales subió de 70 millones de toneladas cosechadas en 2004 a 85 millones de toneladas este año. Otra vez un record histórico para la Argentina. Otra vez el fruto del trabajo, la dedicación, la innovación tecnológica y el hacer mejor las cosas dieron literalmente frutos, que aumentaron un 20% lo cosechado.

Más de un economista despistado le llama “commodities” a nuestros granos, lo que vacía de contenido la palabra y la llena con cierto contenido despectivo, como si los granos fueran rastrojo que se rastrilla y se vende así nomás. Tampoco sabe que el rastrojo preparado adecuadamente es el techo imprescindible para la humedad del suelo y protegerlo del viento y la erosión. Pero él sólo conoce el “mal de los rastrojos”.

Más de un economista despistado dice que nuestras exportaciones deberían tener mayor “valor agregado”, como si una espiga de trigo, un marlo de maíz o un poroto de soja simplemente fueran fruto espontáneo de esta tierra feraz. Se olvida del valor agregado en la compra de máquinas sofisticadas; del valor agregado de los nitrogenados para fertilizar; del valor agregado que se necesita para lograr una semilla que produce muchísimo más que la semilla común; del valor agregado que implica la siembra de precisión, los funguicidas, los pesticidas y el laboreo satelital; se olvida de la especialización en evitar pérdidas en el almacenaje de la cosecha, en evitar la humedad, en darle a cada poroto o grano la dureza o sequedad adecuada para que sean bien recibidos en todos los lugares del mundo donde se los vende.

Y, por supuesto, no tiene la más pálida idea de las máquinas especiales para tratar el rastrojo.

Ha olvidado el PAC, que es la infernal política francesa de subsidios del mercado común de Europa, que bloquea y entorpece nuestras ventas en el exterior. Ha olvidado que los del agro no son industriales prebendarios, corrientes en esta tierra, que piden la defensa de su mercado de 36 millones de consumidores argentinos que quieren para sí, sin pensar un poco en grande en el mercado de 6.500 millones de personas que los innovadores chacareros de la Argentina reclaman para venderle. El campo quiere venderle a todo el planeta. La industria prebendaria quiere un “mercadito” cautivo de altos costos de dólar y defendido por barreras aduaneras que hacen más cara la vida de todos los consumidores en provecho de los pocos y sempiternos protegidos.

Porque en el archiconocido raterío que se da en la Argentina, la industria quiere un dólar caro de 3 pesos para vender afuera y para impedir que desde afuera la compitan. El Gobierno accede porque con un dólar caro tiene más provecho en sus aberrantes retenciones. Y hay otro dólar muy diferente para exportar, donde el precio es de unos 2.30 pesos por cada dólar de agro exportado.

Con un interesante agravante, que Cachanosky exponía en un estudio publicado en La Nación. Con el dólar alto y retenciones, el Gobierno compra muchos dólares en el mercado; dólares que vuelcan los forzados exportadores vinculados al agro y a las industrias agroalimentarias. Para comprar esos dólares emite dinero –porque ni mamado va a ahorrar en su presupuesto para comprar– y esa emisión ya la hemos convertido en inflación y en expectativas inflacionarias.

Ahora, para impedir y explicar la inflación hay dos soluciones. Una psicológica, para distraer a la gilada: se le echa la culpa de la inflación a los empresarios que “extorsionan al Gobierno” con que los aumentos de salarios generan inflación. En la segunda manera se usan viejos artilugios monetarios: se improvisan secadores, aspiradores y otra serie de artefactos cada día más ineficaces para “secar” la plaza de la inundación de billetes emitidos para comprar dólares. Vano intento que ya está haciendo agua por todos lados.

Darthés por el tiempo de esperanza en la Argentina cantaba “Porque vas a venir”. Y sí, va a venir porque somos muchos los que peleamos por ello. “Mi casa ya sueña”, seguía Darthes. Y tenía razón; ya pasó el 21 de junio y los días ya se están alargando y aquí ya se sueña primavera.

Somos muchos los que creemos que las raterías en la política y en la industria mediocre son de quienes sólo saben de raterías. Que no llegan a ser ratas sino ratones.

Pondremos “una flor en cada reja, porque vas a venir”. Ya no puede tardar la primavera. © www.economiaparatodos.com.ar



Agustín Pieroni es Doctor en Ciencia Política.




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