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lunes 22 de septiembre de 2008

Primavera con visibilidad reducida por posibilidad de lluvias o tormentas

La nueva estación llega con pronóstico reservado en el escenario político y económico nacional. El horizonte no luce despejado y los nubarrones están a la vista.

“Todos los gobiernos mueren por la exageración de su principio.”
Aristóteles

Alguna vez se dijo que los argentinos somos “derechos y humanos”. Sin embargo, han sido muchas las dudas que hemos dejado con el correr de los años. Y hasta es posible que no seamos ni tan derechos ni tan humanos… Ahora bien, dicha calificación surgió en el marco de una Argentina sumida en una crisis muy peculiar. En rigor, nuestro país vive en una constante peculiaridad y, quizás por eso, ahora, nos venimos a enterar de que los argentinos somos, también, “humildes, modestos” y “estamos firmes”. Tal fue la calificación que hizo de sus “representados” la Presidente, al reflexionar sobre la crisis financiera internacional.

Una vez más, Cristina Fernández de Kirchner demostró hasta qué punto desconoce la idiosincrasia del país y de su gente, amén de seguir aislada de lo que verdaderamente pasa. No hacen falta demasiados estudios sociológicos para advertir que la humildad y la modestia no son precisamente virtudes que caractericen a esta sociedad. Asimismo, cabe admitir que muy firmes no estamos si tenemos en cuenta que, en una semana, el riesgo país registró subas y bajas permanentes, hasta superar incluso los 900 puntos. Desde luego que la culpa no es casera, sino extranjera, como sucede siempre que algo nos afecta.

Basta observar quién es, para el oficialismo, el culpable de la millonaria valija incautada. Tanto el dueño como el destinatario son villanos, “mequetrefe de alquiler”, “prófugos” o “personajes nefastos” y, naturalmente, no pueden, con semejantes atributos, ser oriundos de este escenario. Como se puede leer en el nuevo decorado urbano surgido, de la noche a la mañana, en forma de afiches y pintadas que nunca se sabrá quién o cómo se pagan, es ahora el mismísimo George Bush el causante de esta maniobra desestabilizadora.

Así, afirman que el presidente de los Estados Unidos está desvelado pergeñando cómo molestarnos. Nunca fue tan insustancial una teoría de complot. Claro, es que Alfredo De Angeli está de retiro espiritual, los militares están aterrados sin saber cuántos más caerán a raíz de las internas y negociados que no emanan precisamente de cuarteles sino de ministerios y despachos, Eduardo Duhalde está jugando sus cartas a la luz del día y la oposición no tiene entidad aún como para poder ser erigida en “adversario”. La lista se les limitó considerablemente a los kirchneristas y el imperio –que se “derrumba como una burbuja”– les vino como anillo al dedo para ocupar el rol del malo de la película.

A pesar de tanta insensatez, un hecho quedó dilucidado: el porqué de las cirugías de la jefe de Estado. Hay que tener mucho Botox encima para viajar a los Estados Unidos tras la catarata de sandeces esgrimidas, sin pudor y apenas dos o tres días después. Hay que admitir que no es fácil el rol de Cristina: llevar la fórmula mágica del “crecimiento excepcional” de nuestro país a la Gran Manzana es una epopeya magna. Ser modelo y ejemplo es una responsabilidad, pero también una carga. Habrá que ver cómo instruyen, luego, los americanos a sus funcionarios para que obren como Guillermo Moreno o Ricardo Jaime. No es fácil. Tampoco deben creer que es sencillo fabricar jefes de gabinete o ministros capaces de no fallar a la hora de declamar, sin repetir y sin soplar, la versión oficial de los hechos, palabra por palabra, para pasar al repechaje final y ganarse, quizás no un viaje a Bariloche, aunque sí una gira presidencial.

Lo cierto es que resulta tragicómico analizar la política nacional cuando la característica intrínseca de ésta se centra en la improvisación, el desborde emocional y la extrapolación de una realidad a otra absolutamente falaz. El matrimonio presidencial vive su propia fantasía, incluso cuando comienza a percibir los síntomas de algo diferente cocinándose en las cercanías. Hemos pasado otro invierno benévolo en demasía: el frío no apretó lo suficiente como para que la crisis del sector energético hiciera mella y sumiera a la población en esa queja que a los Kirchner los aterra: el blandir de cacerolas. Y el campo no termina de encausar su lucha tras el voto “no positivo” del vicepresidente que, de golpe, pareciera que fuese funcional al Gobierno al instalar la falsa creencia de un final de crisis como el Ejecutivo pretendía.

En este aspecto, habría que indagar qué es lo que pasa con una sociedad incapaz de hacer oír sus reclamos si no hay liderazgos que hagan de lo suyo una causa mancomunada. Posiblemente, una explicación sin gran elaboración apunte a esa costumbre poco feliz de los argentinos –siempre necesitados de un Estado paternalista– de alguien que haga por y para ellos. De ese modo se justifica permanecer en una suerte de inconsciencia colectiva que no ayuda al desarrollo, pero coopera a esa suerte de resignación que torna, en apariencia, más fácil o simple la subsistencia.

La libertad implica al pueblo tener que decidir, obrar y satisfacerse por su cuenta. Esto equivale a decir que hay un costo y, en tren de sincerarnos, es lícito admitir que, más allá de ser derechos, humanos, modestos o humildes, éste es un pueblo malacostumbrado. “¡Bienaventurado el Estado benefactor!” es un grito cuyo eco ya casi se ha inmortalizado.

Ahora bien, conjuntamente con esta nueva aventura pedagógica que ha emprendido Cristina Kirchner para que la burbuja del primer mundo no se derrumbe, hay unos cuantos temas que también parecen florecer con la llegada de la primavera. A pesar de que tantos poetas se nutrieron de ella para legar rimas de gloria, la estación que inauguramos no trae a simple vista mucha magia ni demasiado romanticismo para el kirchnerismo.

Por el contrario, afloran viejos problemas que fueron postergados sin medir consecuencias. Es así como vuelve a incomodar la valija de Antonini Wilson, las retenciones, los índices dibujados, las denuncias de corrupción, los funcionarios implicados, la deuda externa, el cronograma de pagos para el próximo año, o las exigencias gremiales que, de ser satisfechas, auguran una inflación aún mayor. Sin ir más lejos, SMATA está reclamando aumentos del 50%, al tiempo que desaparece la subordinación de los jeques sindicales ante una estructura de poder hegemónico que ha quedado desvencijada y con peligro de derrumbe por las fisuras internas. En ese sentido, y por citar sólo un ejemplo, la ovación ante la llegada de Julio César Cobos al estadio del Parque Roca para ver la semifinal de la Copa Davis es todo un síntoma. Pasaron más de dos meses de su definición en el Senado y aún no se la olvida, como solía suceder antes con estas cosas, en la Argentina.

No hay azar en materia política. No es casual que Hugo Moyano, tras años de silencio, se manifieste ahora a favor de investigar judicialmente a los montoneros por el crimen de José Rucci, considerándolo un delito de lesa humanidad y contradiciendo la política oficial al respecto. Tampoco es azaroso que se modifiquen, de un día para otro, los anuncios tan ovacionados en el Salón Blanco (el pago “cash” con la reservas al Club de París, finalmente, se cancelará en cuotas) o que el tren bala no figure en el presupuesto para 2009 y no se hable más de ello. Ni es casual que Cristina Fernández debute, subrepticiamente, con un decreto de necesidad y urgencia para evitar los obstáculos del resucitado Parlamento.

La primavera, pues, viene con fuertes vientos y pronóstico de tormenta. Ahora bien, sería bueno advertirle a la Presidente que el servicio meteorológico nada tiene que ver con los loros, ni es exclusivamente un augurio malintencionado de los estadounidenses. © www.economiaparatodos.com.ar

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