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jueves 27 de mayo de 2004

Que me saque la tristeza

A pesar de no encontrar –por ahora– el rumbo, la Argentina tiene un destino distinto a este presente de melancolía. En esta nota, una mirada llena de esperanza.

¡Otra vez sopa! Tornaron las empresas estatales con el canto falaz de sus maravillas. Vamos a engañarnos otra vez con sirenas que anuncian un país productivo aunque nos desbarranquemos hacia una más dolorosa pobreza.

Un periodista español nos definía hace unos días diciendo que la Argentina va en camino del tercemundismo más profundo. Tercermundismo, tercera posición, tercera vía. Todos bálsamos que anestesian la urgencia de optar entre un razonable crecimiento o un atraso socialista.

No descubriremos la pólvora en economía. Ya está descubierta por todo el mundo: trabajo, inversiones, innovación, empresarialidad, creatividad, libertad económica. Lo contrario es la necesidad, el totalitarismo, la pobreza, el camino de servidumbre, la agonía latinoamericana disfrazada de utopía que termina en la africanización.

¿Cuándo vamos a realizar nuestro destino como país?

Porque tenemos un destino. Somos cuarenta millones que tenemos una visión especial y única del mundo. Creemos en la libertad con solidaridad. Creemos en la verdadera igualdad con incentivos. Creemos que el mundo puede ser mejor, sin feroz capitalismo pero sin el sonsonete del socialismo ideal válido en las intenciones y no en la realidad. No soportamos la exclusión social. Tenemos piedad y bronca por la indigencia. Nos sentimos hermanos con todos y con los mismos derechos para todos.

Tenemos un destino que es proclamarle al mundo que nuestro estilo de vida, nuestra personalidad, nuestra inteligencia, nuestra perspicacia, nuestra vivacidad nuestro sentido de una vida cómoda pero no ostentosa, es un modo de vivir que vale la pena de ser vivido. No podemos dilatar in eternum en dar nuestro aporte a un planeta asolado por odios, depredaciones, miseria, tortura, malentendidos, inmoralidades sin cuento. Pretendemos demostrar que la democracia sustancial, no sólo eleccionaria, se puede dar con dignidad y sensatez.

Por eso nos apena reiterar viejos errores. No queremos un gobierno empantanado en hacer un festejo patrio porque compramos fuel oil sulfuroso en un barco del despotismo venezolano con sus desmanes y torturas. Pagar petróleo lo hace cualquiera, no es un acto de gobierno espectacular. Insultar a quienes lo exportan desde aquí y multarlos con retenciones a quienes quieren invertir y dar trabajo en la Argentina no debe ser nuestro comportamiento; quizá se cansen y nos dejen.

Y debemos tratar a nuestros vecinos con la misma vara que usamos con nosotros. Si no hay pan, compartamos la escasez. Si no hay gas o electricidad debemos sufrirlo como iguales.

Nuestro sino no es vegetar como malos pagadores, con el desprecio a lo pactado y la humillación de ser morosos y barras brava incumplidores. Tampoco es nuestro destino seguir liderazgos como Brasil, que luce grande pero sólo por su tamaño y no por los ingresos de cada habitante y que sólo practica el voto universal desde hace quince años. Debemos crecer asociados y no subordinados a vaporosos líderes de pedestre envergadura con grandeza siempre postergada que sólo es gigantismo empobrecido.

Otra vez sopa, no.

Creo que en momentos de cruda melancolía nos toca levantar el ánimo que nos saque de esa tristeza y reclamar por los errores que nos prolongan la agonía; su peor consecuencia es postergar nuestro futuro. Porque nuestro futuro esperará quizás, pero seguro se cumplirá. Sólo necesitamos un poco de acierto en lograr algunos bienes elementales, para todos, para desde allí poder proclamar nuestra misión.

No podemos pasar por la historia sin dejar surco. Un surco profundo de cómo creemos el hombre y la vida.© www.economiaparatodos.com.ar



Agustín Pieroni es analista político.




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