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martes 31 de diciembre de 2013

Reflexiones colectivistas

Reflexiones colectivistas

Conforme a su ya consagrado Diccionario de economía, el Dr. C. Sabino define: colectivismo. Término genérico que se utiliza para designar las ideologías y las propuestas políticas favorables a la supresión de la propiedad privada. Dentro de las corrientes colectivistas pueden mencionarse el socialismo, el fascismo y algunas variantes del anarquismo…

Desde el punto de vista económico las posiciones colectivistas proponen la estatización o la conformación de cooperativas organizadas y controladas por el Estado como forma básica de propiedad. También, y como consecuencia de ello, abogan por la planificación central y recusan al mercado como forma de asignación de recursos.[1]

Si analizamos en detalle esta definición, y la comparamos con las profusas regulaciones existentes en la mayoría de los países que se autodenominan como pertenecientes al «mundo libre» podremos comprobar -no sin cierta sorpresa- que la mayor parte de ellos siguen políticas colectivistas. No resulta relevante para nada como los gobiernos del mundo auto-rotulen sus acciones políticas y económicas, lo que debemos estudiar y observar en detalle es cuál es el contenido de tales actuaciones políticas, recordando que la supresión de la propiedad privada puede ser total o parcial, gradual o acelerada, y que puede intentarse por muchas vías en apariencia «democráticas». No creemos equivocarnos si afirmamos que los populismos latinoamericanos son abiertamente colectivistas.

Tampoco debemos dejarnos engañar por ciertas posiciones que se embanderan bajo las etiquetas de «Derechas» o «Izquierdas», que tratan de establecer una suerte de «tajante» antagonismo entre ambas,  porque como enseña el profesor Dr. A. Benegas Lynch (h):

«En realidad, tanto los nazis como los fascistas, al permitir el registro de la propiedad de jure pero manejada de facto por el gobierno, lanzan un poderoso anzuelo para penetrar de contrabando y más profundamente con el colectivismo respecto del marxismo que, abiertamente, no permite la propiedad, ni siquiera nominalmente. Si miramos con alguna atención a nuestro mundo de hoy comprobaremos el éxito del nacionalsocialismo y del fascismo, que sin necesidad de cámaras de gas ni de campos de concentración avanzan a pasos agigantados sobre áreas clave que sólo son privadas en los papeles (en verdad, privadas de toda independencia) como la educación, las relaciones laborales, los bancos, los transportes, los medios de comunicación, el sector externo, la moneda y tantas otros campos vitales.»[2]

Nuevamente las experiencias populistas vividas en Sudamérica con los Kirchner en la Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el comunismo castrochavista venezolano revelan la realidad de la anterior cita, lo que no excluye situaciones similares aunque mas edulcoradas en el resto del mundo. Ciertamente estos países utilizan la metodología nazi fascista que no son más que variantes del socialismo como ya tantas veces se ha demostrado. Pero cabria preguntarse ¿dónde encuentra su origen esta expansión del colectivismo a nivel mundial?

M. N. Rothbard atribuye históricamente -en una buena medida- a los propios liberales el principio del auge del colectivismo y la declinación de liberalismo con estas palabras:

«En un país tras otro, el canto de sirena del Estado-nación y del imperio fue destruyendo al liberalismo clásico. En Inglaterra, a fines del siglo XIX y principios del XX, los liberales abandonaron su postura en pro de «una Inglaterra pequeña» y contra la guerra y el imperialismo, sostenida por Cobden, Bright y la Escuela de Manchester. En cambio, adoptaron lo que recibió la obscena denominación de «Imperialismo Liberal», y así se sumaron a los conservadores en la expansión del imperio, y a los conservadores y a los socialistas de derecha en el imperialismo destructivo y el colectivismo de la Primera Guerra Mundial. En Alemania, Bismarck pudo dividir a los liberales, que ya casi habían triunfado, con el señuelo de la unificación de Alemania a sangre y fuego. En ambos países, el resultado fue la destrucción de la causa liberal.»[3]

Posiblemente sea cierto que exista alguna responsabilidad en los liberales de antaño que, al decir de M. N. Rothbard, se habrían «pasado a las filas» del colectivismo que se iba expandiendo por el mundo, sin embargo no deberíamos olvidar la advertencia de F. A. von Hayek en cuanto a la economía es una ciencia contra-intuitiva y, por cierto, sus verdades requieren de un paciente trabajo de estudio y de divulgación, no siempre al alcance de las masas.

El Dr. Mansueti hace interesantes consideraciones sobre lo que él denomina «colectivismo gentilicio»:

«Enorme es la confusión terminológica, porque para disfrazar las realidades que les son adversas y evadir su responsabilidad, los Gobiernos enredan las palabras. Ejemplo: el colectivismo gentilicio. Dicen “Francia decidió”; o bien “así hacen los coreanos” cuando se refieren a los Gobiernos francés o de Corea. Según Hayek es un fraude semántico. Otro ejemplo: en una “Cumbre” reciente declaró un Presidente latinoamericano: “los países ricos deben aumentar su ayuda a los países pobres”. Lo que dijo en realidad fue que sus Gobiernos deben transferir más dinero de sus contribuyentes a los Gobiernos de los demás países y sus clientelas políticas.»[4]

Y no menos interesante es la manera en que los gobiernos infiltran colectivismo a través del deporte:

«Hay que exigir la separación del deporte y el Estado. Basta de subsidios y de prebendas y privilegios exclusivos en beneficio de tales o cuales disciplinas, y en perjuicio de las demás. Basta de intromisiones estatales; en el fútbol especialmente. Hay que decirlo: el estatismo ha politizado el fútbol, y lo manipula con descaro para identificar al equipo de fútbol con la nación, la patria, el nacionalismo y el colectivismo. Y para la creación de una conciencia colectivista (consignas como “somos un equipo”, y que “todos juntos podemos” y que “tenemos que trabajar en equipo” y otros clichés tribalistas que la gente se traga sin advertir, especialmente en países donde se ha hecho del fútbol la religión mayoritaria.»[5]

 


[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.
[2] Alberto Benegas Lynch (h) «Izquierdas y derechas parientes» Publicado por La Nación, Buenos Aires, pág. 1
[3] Murray N. Rothbard For A New Liberty. Pág. 30.
[4] Alberto Mansueti. Las leyes malas (y el camino de salida). Guatemala, octubre de 2009. pág. 78
[5] Mansueti A. Las leyes…Ob. Cit. Pág. 311.