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jueves 8 de mayo de 2008

¿Regalos de Deus?

El hallazgo de yacimientos petrolíferos en Brasil no sólo es producto de la riqueza de la Naturaleza, sino de la aplicación de políticas públicas que incentivan la inversión y el desarrollo.

Cuando en Noviembre del año pasado Petrobrás descubrió en la cuenca atlántica de San Pablo un formidable yacimiento de petróleo que ubicaba a Brasil con reservas por 33 mil millones de barriles (luego se descubrieron dos más, uno más pequeño y otro, recientemente, que podría ser, incluso, más grande que el primero), el presidente Lula declaró que aquello constituía “um regalo de Deus” para Brasil.

Es posible explicar, quizás por una inclinación a la humildad, este comentario de Lula en un contexto en donde el presidente no quiera adjudicarse los méritos del hallazgo.

Pero si bien se mira, en realidad “Deus” depositó su “regalo” en ese rocoso piso oceánico brasileño hace millones de años. Y por muy bondadoso que hubiera resultado “Deus”, su regalo habría quedado allí, sin que nadie se enterara de su existencia, si las políticas de seriedad del Presidente Lula no hubieran atraído los dineros que, solidificando el capital de la mayoritariamente estatal Petrobrás, hicieron posible la fantástica inversión que se necesita para buscar petróleo en el mar.

Y ese mérito -el de implementar políticas de confianza, de perdurabilidad, de racionalidad económica- es suyo y del resto de la dirigencia brasileña que ha decidido encarar un camino de desarrollo serio que entrelace las administraciones de distintos partidos y que no entregue el país a una lucha de odios pasionales que, en aras de una demagogia fascista e irresponsable, divida a la sociedad y le haga perder sus mejores energías en un divisionismo tan inútil como perverso.

La persistencia de esas políticas ha revaluado la moneda brasileña, el real, que se ha manifestado, incluso, como una de las mejores inversiones personales de los últimos tiempos y también como moneda de reserva de valor para muchas empresas que operan, principalmente, en la órbita regional.

A comienzos de la crisis argentina de 2001 la paridad del dólar, el real y el peso estaba prácticamente igualada a tres unidades de real y peso por dólar. Hoy el real se cotiza a 1.79. Aun con esa tremenda revaluación, cercana al 50% en cinco años, el Brasil no ha perdido mercados en el exterior; al contrario los ha ganado gracias a una mayor competitividad de su economía y en muchos casos a expensas de la propia Argentina, que no ha dejado desaguisado por hacer en materia de perder confiabilidad externa.

En materia de política exterior, Brasil ha dado lecciones de conveniencia práctica, alejándose del lenguaraz loro barranquero de Caracas y haciendo sentir su influencia en Bolivia, a tal grado que el departamento de Santa Cruz de la Sierra que ha tenido su referéndum el domingo pasado (esta columna se entrega con anterioridad a que se conozca ese resultado) fantaseó con pedir su anexión al Brasil.

Mientras la Argentina, como los adolescentes, se encargaba de regocijarse mojándole la oreja a Bush, Lula se apresuraba a recibirlo cordialmente en Brasilia para firmar un acuerdo por el futuro de los biocombustibles, considerados uno de los eslabones más prácticos para iniciar el camino de reemplazo mundial del petróleo como fuente principal de energía.

El viernes pasado el país de los regalos “de Deus” agregó otro paso en su carrera al desarrollo y al despegue definitivo de una “mentalidad” latinoamericana que, de haberla continuado, lo habría condenado al hambre y a la postergación: la nueva calificación de su riesgo soberano a cargo de Standard & Poors, que le adjudicó un BBB-, lo ubico como país “Investment Grade”.

Esa calificación, una vez conocida, emitió una inmediata señal al mundo acerca de lo que Brasil es hoy, por si alguna duda quedaba. Ese mensaje es sinónimo de tranquilidad para las inversiones y un llamador permanente de dineros ávidos de encontrar áreas de crecimiento.

Con esos recursos es posible que el país siga encontrando otros “regalos de Deus”, aun cuando Lula continúe con su humilde costumbre de no adjudicarse los méritos.

Mientras tanto la Argentina sigue, incluso, ignorando cuántos regalos le ha hecho “Deus”. Irresponsable, incendiaria, expulsadora de los que tienen los recursos como para transformar el país, seguirá allí retorciéndose en su caldo de odio y rencor; enojada contra el mundo y con la pretensión de demostrarle al Universo que el equivocado es él. De hecho, el país, siguiendo el criterio de las calificadoras de riesgo, está por detrás de Mozambique y de la mismísima Venezuela de Chávez.

Con ese perfil las masas acumuladas de capital que se precisan tanto para encontrar “regalos de Deus” como para iniciar cualquier actividad que transforme y multiplique el producto, seguirán no solo no viniendo, sino escapándose del país.

Por esa senda la Argentina quizás se asegure su ansiado horizonte de “independencia”, aunque la realidad diga que lo que ha conseguido es el autismo. © www.economiaparatodos.com.ar

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