– ¿Usted estuvo con el pico y con la pala cuando cayó el Muro?
– No. Yo llegué un poco después, en 1997, cuando cayó el muro mental.
– Quiere decir que ya habían pasado 8 años desde la caída del Muro de Berlín. ¿Notó cambios? ¿La gente hablaba del tema?
– Bueno, yo llegué a Praga, donde a los pocos días de la caída del Muro había habido una revolución. Y sí se hablaba, pero yo creo que lo más fuerte que hubo fue, como le decía, una caída del muro mental, que aún hoy se sigue llevando a cabo.
– ¿En qué sentido?
– Porque hay mucha gente que todavía no se acostumbra a que la vida es incertidumbre, que hay que esforzarse para lograr las cosas y que no todo viene del Estado, la educación, la vivienda, la salud. Eso es lo que más cuesta derrumbar allá.
– Igual que acá.
– Como acá. Lo que pasa es que en el sistema socialista estaba todo en manos del Estado. Absolutamente todo. De hecho, la vida particular estaba predeterminada y regida hasta en las más mínimas de las cosas.
– El Muro no se cayó por casualidad. ¿Cuáles fueron las causas para usted?
– El Muro se cayó a pesar de los gobernantes, obviamente, socialistas, pero también a pesar de Occidente.
– ¿Por qué dice “a pesar de Occidente”?
– Porque tanto el presidente estadounidense de ese entonces, Bush padre, como el francés François Mitterrand, querían que siguieran los gobiernos comunistas.
– ¿Por qué Bush y Mitterrand querrían una cosa así?
– Porque para ellos era más fácil negociar con los comunistas porque eran los hombres que ya conocían. Sabían cómo manejarse con ellos. Pero todo se cae porque la población cotidiana desertó de estos regímenes que no sabían cómo hacer frente ni a las necesidades ni, luego, a las manifestaciones masivas.
– Todo comenzó con el presidente ruso Gorbachov y su cambio de política, su Perestroika. Algo que nunca se entendió del todo bien qué era…
– En realidad el objetivo principal, lo que planteaba básicamente, era volver a las raíces leninistas del socialismo. Lo que pasa es que para concentrarse en la economía, el socialismo primero debía resolver los problemas que tenía en materia de política exterior. Es decir, producir un desarme y retirada en todos los territorios exteriores para concentrar sus recursos en la economía.
– ¿Porque ya no podían sostener más la crisis económica?
– Exactamente. Y, además, porque en lo militar ya también se estaban atrasando. Entonces cuando se produce, finalmente, la retirada de los territorios de Europa Oriental, los gobiernos que estaban allí y que eran, en realidad, títeres, ya no tenían ningún tanque que los sostuviera y ahí se derrumba todo el este de Europa.
– Ahí se cae todo.
– Primero se dan las elecciones en Polonia, que las gana Solidaridad. Después la República Socialista Húngara declara que ya no es más socialista sino pluripartidista y deciden empezar una transición hacia una economía de mercado. Luego, cae el Muro. Poco después viene el cambio en Checoslovaquia. Y luego ya comienzan todos los golpes de Estado dentro de los partidos comunistas en Rumania, Bulgaria y Albania. Pero esos ya significaron un cambio dentro del régimen.
– ¿Y cómo están esos países?
– Cambiaron, es cierto, pero todavía hay mucho atraso.
– El hecho de que Ronald Reagan haya impulsado un aumento muy grande en el presupuesto en defensa de los Estados Unidos forzó a la Unión Soviética a seguirle el ritmo, lo que terminó debilitando la economía de ese país. Es decir, Estados Unidos podía gastar en defensa porque era una máquina de producir y podía tirar recursos, pero los otros no. O comían o fabricaban tanques. ¿No le parece que esa fue una gran estrategia que forzó, sin tener que disparar ni un solo tiro, la caída del Muro de Berlín?
– Sí, es cierto eso ayudó mucho, así como también lo hizo que el Papa que se eligió fuera polaco.
– ¿Eso también tuvo influencia?
– Sí. Aparentemente hubo conexión entre el papa y Reagan que se pasaban información. Además, el tema religioso fue muy importante en Europa del Este. Tanto Polonia, Eslovaquia y Hungría son países muy católicos, con lo cual le dio mucha fuerza este tema. Sin embargo, no hay que dejar de lado otro factor, que fue la actuación de la disidencia interna en estos países que utilizaban todo el marco jurídico existente, aquel que los gobiernos comunistas habían aprobado acerca de los Derechos Humanos y las libertades individuales. La disidencia los usaba para decir: “miren, está escrito, ésta es la ley vigente y no la están cumpliendo”.
– Hay un libro de Michael Novak que se llama “El espíritu del capitalismo democrático”. Él es un economista muy católico y este libro se imprimía clandestinamente en los sótanos de Solidaridad porque explicaba en qué consistía el sistema económico capitalista y el sistema democrático.
– De hecho, los mismos gobiernos comunistas tenían institutos de economistas que estudiaban cómo hacer la transición a una economía de mercado porque sabían que en algún momento iban a tener que hacerlo. La deficiencia estuvo en Occidente que creía en las estadísticas oficiales de los gobiernos comunistas y pensaba que eran países un poquito pobres, pero no tenían idea de la magnitud del desastre.
– Fíjese que la Revolución Rusa fue en 1917, por lo cual durante más de cuarenta años varias generaciones vivieron del Estado y, sin embargo, esos países finalmente cambiaron. Hoy tienen un ingreso per cápita alto, por ejemplo Polonia.
– Lo que creo es que cayeron tan bajo que no les quedó otra que darse cuenta que había que retornar hacia otro lugar. Y encima, tuvieron el efecto demostración de los países vecinos: Alemania, Austria, Italia… Eso fue muy importante para ellos.
– Uno se pregunta cómo se hace para cambiar las cosas en la Argentina cuando una gran parte de la población es tan proclive al populismo, a la dádiva del Estado, al empresariado que pide subsidios. ¿Cómo cambiar las cosas con este material humano? ¿Cómo poder establecer nuevamente los valores que se precisan? Ver que en Europa del Este fue posible es un rayo de esperanza.
– Sí, es cierto. Pero convengamos que hubo todo un cambio de liderazgo también. De hecho, en Estonia en los primeros años de gobierno, el primer ministro tenía 31 años, el canciller 27 años. Es decir, que hubo todo un cambio de liderazgo desde el principio hasta el final. La caída del Muro fue un genuino “que se vayan todos”.
– Y no volvieron. Porque no se los volvió a votar a aquellos que representaban lo viejo.
– No, en general, no.
– O sea que el cambio estuvo en la aparición de una generación que llevó adelante una reforma radical. ¿Ahí estuvo la llave del éxito de esos países?
– Sí. Y además tuvo que ver que ellos ya sabían qué era lo que había que cambiar. No es que llegaron al poder, se miraron y dijeron “¿qué hacemos ahora?”. Los grupos de disidentes eran intelectuales, tenían trabajos hechos sobre cómo realizar los cambios, cómo concretar la transición y entonces cuando estuvieron ahí supieron que había que seguir el modelo de Occidente: economías de mercado, gobiernos parlamentarios, democracias, Estados de Derecho.
– Estos ejemplos que han estado bajo la suela de la bota comunista durante tantos años y han podido salir y recuperarse creo que nos demuestran que se puede mantener la esperanza de que nosotros algún día salgamos de debajo de la bota populista. Creo que recordar este hecho, más allá del valor histórico, nos trae un poco de esperanza a los argentinos, ¿no le parece?
– Totalmente. © www.economiaparatodos.com.ar
Ricardo López Göttig nació es profesor y doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Carlos de Praga (República Checa), respectivamente. Desde comienzos de 1997 hasta abril de 2001, vivió en la ciudad de Praga, la capital de la República Checa, habiendo sido becario del Gobierno de esa nación centroeuropea. Su tesis doctoral es “El Foro Cívico y el ocaso de la ilusión no-política”, una interpretación sobre el proceso de transición al pluralismo checo entre 1989 y 1991 y el papel de los partidos políticos en la sociedad abierta. |