Siendo un joven capitán de artillería, Napoleón Bonaparte recibió la orden de atacar la ciudad de Toulón para evitar que las fuerzas inglesas allí estacionadas iniciaran la guerra contra el gobierno revolucionario. Demostrando su excepcional pasta de estratega, partió de París con las tropas y acampó en la lejanía. Montado a caballo, enfocó el catalejo hacia el gran puerto militar. De repente giró 120º y señalando una formación rocosa que se internaba en el Mediterráneo dijo a sus oficiales: “¡Allí está Toulón!”. Entonces desplazó el ejército hacia los flancos, colocó la artillería en la boca de la rada y comenzó la batalla del cerco contra los británicos. Poco después la guarnición militar se rendía, Napoleón ocupaba la ciudad portuaria y salvaba la revolución francesa.
Nuestra economía, hoy boyante, también corre el peligro de una reacción intempestiva y adversa. Se está formando un frente de tormenta que como tornado cultural puede echar por tierra esta bonanza inesperada convirtiéndola en efímera.
Para hacer sustentable la economía argentina en los próximos diez años es crucial salvar la educación. ¡Ése es nuestro Toulón!
Día tras día presenciamos la aparición de síntomas preocupantes: actitudes iracundas de una generación juvenil irrespetuosa, inficionada por un espíritu contestatario. Un gran número de jóvenes desacostumbrados al esfuerzo y que menosprecian la disciplina intelectual, carentes de conocimientos profundos, incapaces de expresarse con precisión y envalentonados con la agresividad verbal y patotera que copian de nuestros dirigentes políticos. Con este presente desconsolador nuestro futuro inmediato se asemeja más al escenario de la invasión de los bárbaros que al despegue de un país moderno.
Si enfocamos seriamente el problema y abandonamos el discurso vacuo a que nos acostumbran nuestros dirigentes, suena la alarma expresada por diversos voceros muy autorizados.
Nos están pasando cosas muy preocupantes:
* Los conflictos docentes provocan una irrecuperable pérdida de clases que impedirá definitivamente la buena formación de nuestros niños y jóvenes.
* La capacitación de maestros y profesores es muy pobre porque sólo se les exige una estéril actualización pedagógica, totalmente ajena al contenido de las ciencias básicas, necesarias para entender y actuar en el mundo moderno.
* El servicio efectivo de los docentes se reduce a la mitad que cualquier otro trabajador y el tiempo escolar está mal distribuido con demasiadas vacaciones y feriados que se establecen con fines turísticos.
* La escuela se ha degradado y convertido en una especie de refugio para la contención social de chicos hambrientos y desorientados, lo que hace que deserte de su específica función de cultivar la mente y formar el carácter.
* La escuela forma cada vez más analfabetos funcionales y la calidad de los alumnos no deja de descender de año en año.
* Los estudiantes son cada vez más maleducados, desafían a los maestros con actitudes arrogantes, hacen lo que se les da la gana y no lo que deberían hacer.
* Los edificios escolares están en condiciones ruinosas, los baños dan asco, los techos tienen goteras interminables, los sistemas de calefacción no funcionan y faltan elementos didácticos fundamentales.
* Los niños practican la violencia con sus compañeros y algunos hasta llegan a portar armas de fuego en sus mochilas escolares.
* Los maestros han perdido toda autoridad, son desautorizados por sus superiores jerárquicos apenas intentan imponer una disciplina elemental y deben soportar estoicamente la agresividad demagógica de padres que se comportan como compinches de correrías de sus hijos.
Todo esto no se arregla con mayor presupuesto, ni cambiando la enseñanza de materias duras por las inconsistentes asignaturas que hoy integran el currículo de la educación primaria y secundaria, elaborado por expertos indocumentados.
Salvar la educación es crucial para asegurar la sustentabilidad de la economía argentina porque esta generación es la que ocupará las posiciones dominantes en el país en los próximos diez años. Para ello necesitamos proporcionar a nuestros niños y jóvenes:
1. Preparación mental y volitiva para acceder y actuar en un mundo cada vez más complejo.
2. Capacidad intelectual para entender y dar sentido unitario a los constantes cambios que están ocurriendo.
3. Aptitud para desarrollar todo su potencial físico, emocional, social, espiritual e intelectual en un marco de decencia.
4. Transmisión de las habilidades que necesitarán para vivir y subsistir en un mercado global muy exigente.
5. Saber desenvolverse por cuenta propia y utilizar correctamente las herramientas que les permitan hacer cosas bien hechas
6. Fomentar la amplitud de miras, la generosidad y los deseos de superación
Por eso tienen que nutrir su espíritu con buenos ejemplos de sus mayores y necesitan la lectura de los grandes textos de autores clásicos para comprender el sentido de las virtudes sociales, el honor, la piedad, el respeto, la dignidad, la grandeza del destino individual y los entreveros del bien y el mal.
Sólo de esta manera se pueden transmitir a las jóvenes generaciones los conocimientos y la conciencia moral de la humanidad, de modo de preparar para vivir en un mundo muy difícil y exigente que les requerirá un gran esfuerzo de su parte.
La enseñanza tiene que planearse según los universos de pensamiento y de lenguaje propios de cada edad. El mundo del niño es el universo de la imaginación, necesita de un conocimiento transmitido en forma de narración, de relato, una visión al modo de leyenda de los valores del mundo.
El mundo del adolescente es el universo de transición hacia la madurez. Requiere un lenguaje basado en el razonamiento y el vigor intelectual que sólo brindan las materias duras, una atmósfera de disciplina intelectual y de esfuerzo por la búsqueda de la verdad inspiradora antes que la erudición enciclopédica.
El mundo del joven es el universo de la explicación, de ideas que sirven para entender la realidad y resolver las dificultades, del juicio crítico, el análisis comparado y la educación vertebrada. El joven precisa de la integración del conocimiento y la capacidad de reflexión que le permita cambiar el objeto de observación aplicando los métodos propios que esos objetos exigen para ser entendidos.
Sólo una enseñanza de calidad, que se apoye en estos principios, podrá hacer sustentable la economía en los próximos diez años. Por eso es crucial salvar hoy mismo a la educación. Como Napoleón Bonaparte: ¡Allí está Toulón! © www.economiaparatodos.com.ar
Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario. |