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jueves 28 de septiembre de 2006

Secundaria obligatoria

Extender los años de escolaridad obligatoria no es una medida que, en sí misma, pueda producir una mejora educativa.

Como enunciaba la semana pasada, otro de los aspectos en los que difiere el proyecto de Ley de Educación con la que está en vigencia es en la extensión de la obligatoriedad de la asistencia a la escuela hasta finalizar la educación secundaria.

Lo que no está del todo claro es cuál es el objetivo de este “alargamiento”. Si hacemos un poco de historia, la educación secundaria nace como preparación para la universidad. Así, los alumnos que concurrían (voluntariamente) al bachillerato tenían en mente seguir estudios universitarios. Con el tiempo, comenzaron a aparecer los estudios secundarios, no ya orientados a seguir estudios superiores, sino a insertarse en el mundo del trabajo. Brotaron entonces escuelas comerciales, industriales y agropecuarias, por citar sólo las tres más importantes. Con el paso del tiempo, estos fines para los que fueron creadas las escuelas y diseñados sus programas comienzan a perderse, y nos encontramos con alumnos que siguen el bachillerato sin ningún interés por continuar con una carrera universitaria posterior y, asimismo, podemos ver alumnos que siguen la escuela industrial para estar mejor preparados para acceder luego a carreras como Ingeniería o que cursan estudios en escuelas comerciales para tener mejor base para las carreras relacionadas con la actividad económica.

La pretensión de que los estudios secundarios cubran ambos aspectos (me refiero a la capacitación para proseguir estudios superiores y a la preparación específica para la vida laboral) no parece adecuada a los tiempos que corren. Y los resultados que en este sentido ha dado el Polimodal apoyan esta tesis.

Por lo tanto, parecería importante hacer explícitos los objetivos específicos de la nueva enseñanza obligatoria.

Por otro lado, la “obligatoriedad de la enseñanza” no deja de ser una magnífica declaración, que no tiene ningún grado de realidad si no se la acompaña con una legislación que fomente –más que obligue– a concurrir a ese ciclo. ¿Qué sucede si un chico de 16 años no va a la escuela? ¿Lo detendrán y llevarán por la fuerza? ¿Multarán a sus padres?

Hay muchos mecanismos para lograr que mayor cantidad de alumnos concurra a la escuela, bastante más eficientes que declamar que es obligatoria. Desde motivaciones positivas (como dar becas a los alumnos de bajos recursos para que asistan o que el Estado abone un salario familiar razonable que haga que al padre le “convenga” que el hijo se escolarice también en el ciclo secundario) o negativas (como exigir que para trabajar en la administración pública haya que tener título secundario anterior o tener que cursar ese ciclo como adulto antes de ingresar a la misma). Recordemos que, nos guste o nos guste, cuando existía el servicio militar obligatorio, una de las funciones que las Fuerzas Armadas prestaron con éxito fue alfabetizar a la población que llegaba a esa instancia sin el ciclo primario aprobado, de modo tal que los que en la niñez “caían del sistema” eran recuperados en la adolescencia. Al no existir esta instancia, habrá que “recuperar” a los caídos del sistema al menos si van a entrar a trabajar en la administración pública.

Por último, si bien una de las funciones de la escuela es “contener”, no parece que ésta sea su función principal. Del mismo modo que un automóvil nos guarece de la lluvia pero su función no es ésa, y por tanto conviene hacer paradas de colectivo techadas y no estacionar automóviles en la vereda para que la gente espere el colectivo, si lo que están buscando prioritariamente es que “los adolescentes no estén en la calle” será mucho más eficiente (y barato, por cierto) crear clubes u otro tipo de instituciones para que “contengan” a los chicos y no ampliar el período obligatorio de educación. © www.economiaparatodos.com.ar

Federico Johansen es licenciado en Ciencias de la Educación (UBA) y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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