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jueves 23 de junio de 2005

Un cuento de la selva

Una pequeña fábula para reconocernos en ella y reflexionar acerca de nuestras contradicciones como sociedad.

La tribu de los picutu vivía alegremente de la caza, de la pesca y de lo que la Naturaleza les daba a raudales en la selva subtropical. Las familias funcionaban como pequeños clanes, pero todas eran amigas entre sí.

A medida que la tribu se hacía más grande en número, los jefes comenzaron a ver que debían especializarse en algunas cosas. Y así como antes todos hacían todo, ahora se proponían ir delimitando tares. Magnífica idea. Fueron repartiendo las tareas: cuidar las cabras, salir a cazar, salir a pescar, mantener la aldea limpia, etcétera. Para cada tarea elegían al más apto.

Cuando llegaron a quien les transmitiría la cultura de su tribu a las generaciones más jóvenes, todos coincidieron en que debería buscarse al más sabio del pueblo. Y decidieron encomendar a un adulto bastante bien formado semejante tarea.

A la hora de contratarlo, le pidieron que, además de enseñar las tradiciones, a reconocer los distintos animales y cómo cocinarlos, y una serie de conocimientos prácticos, debería además enseñarles tres cosas: que hay que respetar a los demás, que no había que decirle a nadie “mobutu” (era el peor insulto en su lengua, el picutunil) y que había que dejar de ser caníbal, tradición ésta que la tribu intentaba dejar de practicar. Estos tres pedidos fueron comentados por los jefes a toda la tribu, y todos prestaron su máximo apoyo con gran entusiasmo. Se fijó una choza como “aleucse” (escuela en picutunil) y se decidió que los 26 menores de 12 años, entre niños o niñas, comenzaran a asistir desde la mañana siguiente.

La mañana siguiente, sólo 14 chicos fueron a la “aleucse”. Algunas madres pensaban que sus hijos eran más útiles ayudando en las tareas del hogar, otras no quisieron levantarse temprano para vestir a los niños y otras, sencillamente, no recordaron que ese día comenzaban las clases.

Ese día, el maestro, junto a una serie de juegos y tradiciones, les enseñó que no había que decir “mobutu” a nadie.

Los chicos partieron contentos hacia sus hogares. Habían aprendido mucho, disfrutado de aprender, jugado con sus compañeros y sentían que estaban haciendo historia.

Esa tarde no sucedió nada que merezca la pena contarse. Nada fue distinto. La madre de uno de los chicos, cuando llegó su hijo a casa le comentó que el “mobutu” de su padre había traído un ciervo viejo para comer y que estaba duro. El niño miró con cara rara: lo que le había enseñado el maestro era no decir “mobutu” a nadie, y resultaba que su madre lo decía.

Al día siguiente ya hubo 23 chicos en la escuela: los que habían asistido entusiasmaron a los otros y las madres olvidadizas habían despertado a tiempo. En la “aleucse”, además de cómo se pesca un salmón con una lanza, el maestro les enseñó a los chicos que no había que comer carne humana.

De vuelta en sus casas, los chicos pudieron escuchar comentarios del tono de “la mobutu de tu madre arruinó el muslito de enemigo que traje para cenar”, “no me importa lo que opine el mobutu de tu hermano” o “mejor que se muera el mobutu del vecino así me lo como”.

La mañana siguiente transcurrió con normalidad en la “aleucse”. Aprendieron cómo sacar las espinas al salmón sin pincharse. Por la tarde, el jefe de la tribu paseaba alegremente por los alrededores de la aldea cuando vio a tres chicos en actitud sospechosa. Con el sigilo que había conseguido luego de muchos años de cazador, se acercó en silencio. Vio cómo los chicos, escondidos, comían una oreja humana, mientras uno le día a otro “no seas mobutu, el lóbulo era mío”.

Aterrorizado por lo que había visto y escuchado, volvió raudo a la aldea y reunió al consejo de ancianos. ¿Qué decidieron? Expulsar al maestro pues estaba claro que no sabía enseñar.

¿Será esto lo mismo que nos pasa a nosotros? © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles (Pilar) y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina).




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