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miércoles 9 de abril de 2014

Un discurso pretencioso y nocivo

Un discurso pretencioso y nocivo

El filósofo y matemático francés Pascal sostenía con mucho humor: toda la desgracia de algunos hombres (mujeres) proviene de una sola cosa: no saber permanecer en reposo en una habitación

Que Cristina Fernández es una habladora compulsiva que no puede quedarse quieta, ni callada, no es ningún secreto. Que busca captar la atención de la gente con recursos efectistas sin verdadero contenido, tampoco.

Su gobierno tiene pasión por los jeroglíficos “culturosos” de un lenguaje mediante el cual se resisten a citar las cosas por su nombre, corriendo detrás de pensamientos deletéreos, muy lejos de acontecimientos que deberían controlar y lanzados hacia delante en círculos elípticos que solo ponen de relieve su falta de oportunismo y capacidad política.

Se pasan así la vida “jugando a alguna cosa”, mientras creen que la cuestión esencial de sus cargos consisten en mantenerse activos, a las apuradas, sin llegar nunca a alguna parte, mientras aplazan cualquier perspectiva de encontrar la verdad “dentro” de ellos mismos.

La Presidente integra además el mundo “selecto” de personas que manifiestan “deseos” QUE JAMÁS SON INVESTIGADOS POR EL ENTENDIMIENTO Y LA RAZÓN. Sus argumentos la ponen pues a sufrir la desventura de quien solo trata de comprender “la lógica del itinerario del corazón” (Scheler), tornándola impotente para modificar todos los asuntos que intenta abordar por su investidura.

Sentada en el mullido sillón de la autosatisfacción, es capaz de emitir cualquier concepto mortificante con la mayor impavidez, y sus “apetitos” discursivos la mantienen muy lejos de cualquier comprobación empírica de sus dichos, arrastrando a todos sus funcionarios al error.

Desafortunadamente, la sociedad ha terminado dialogando con el poder en los términos que éste desea: eludiendo las evidencias de la naturaleza de las cosas y divagando sobre asuntos cuyo derrotero futuro se ignora. Vivimos pues en la oscuridad de una habitación cerrada y sin luz.

Mientras tanto, aumentan los sentimientos de violencia de todos y están a punto de romperse en mil pedazos los últimos vestigios del contrato social que nos une. Ese acuerdo histórico de convivencia que fue “petardeado” irresponsablemente por los Kirchner y la turbamulta de “garantistas” que los secundaron durante estos diez años, en los que  humillaron a la sociedad reduciéndola al servilismo más abyecto.

Los asuntos que aborda la Presidente en sus apariciones públicas resultan ser así piezas inconexas, pedantes y con un tufillo “casero” insoportable. Repentinamente hemos sabido que se considera como nuestra madre, es decir, una suerte de guía espiritual que al “protegernos” (¿) se hace acreedora a un “nihil obstat” sin restricciones.

Mientras tanto, su gobierno nos sigue engañando todos los días y los discursos de los funcionarios son tan confusos como “culposos”, mientras juegan al Gran Bonete y desvían responsabilidades a diestra y siniestra. La reciente apertura al “buen tino” ha sido obligado por el fracaso sonoro de planes que llevaban a un cuello de botella sin salida.

Para ellos, hipócritamente, nada de lo que ocurre pertenece a su impericia e intentan hacernos vivir el mundo mágico del Macondo de García Márquez en versión argentina.

ESTAMOS ASISTIENDO A LA “GRANDE FINALE” DE LA FICCIÓN “K”. Que también podríamos denominar como un escenario de “ropa limpia y negocios sucios”. No solo en lo que se refiere a la moral y la corrupción, sino A LA OSCURIDAD A QUE QUIEREN SOMETERNOS QUIENES HAN PERDIDO TODA IDEA ACERCA DEL LUGAR DONDE SE ENCUENTRA LA LLAVE QUE PERMITA ENCENDER LA LUZ.

Tener esto en claro es fundamental para volvernos impermeables frente a las falsas esperanzas que intentan promulgar desde el poder. Estamos mal y seguiremos peor. La justicia por mano propia ocurrida en estas semanas en la calle es inadmisible por supuesto, pero comienza a marcar los límites del hartazgo popular, que ignora dónde pueden comprarse los doce tomates a 12 pesos de Kiciloff.

Esos límites que Cristina Fernández intenta controlar con divagaciones viciosas que intentan convencernos de que sigue “al mando”, mientras compite solapadamente con el “hombre de las mil caras” -Daniel Scioli-que ya no sabe qué hacer para diferenciarse de ella, “pero no tanto”.

Los sistemas de partidos políticos deberían hacernos reflexionar SERIAMENTE sobre nuestra capacidad para evaluar mejor la competencia “profesional” de algunas figuras mesiánicas que intentan instalar siempre la versión caprichosa de una realidad que pretenden ignorar.