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jueves 9 de enero de 2014

Un temor que crece y es palpado por don Pepe y doña Juana

Un temor que crece y es palpado por don Pepe y doña Juana

Es bien sabido que el temor hace real aquello que se teme, así como el deseo sin medida hace imposible obtener lo que se anhela. Esto contribuye a crear frente a algunas situaciones una angustia expectante que provoca finalmente un efecto de “profecía autocumplida”.

Eso es lo que estamos viviendo hoy junto a “don” Pepe y “doña” Juana (Capitanich dixit), por el cúmulo de inseguridades y contradicciones del gobierno de Cristina Fernández que evidencian marchamos hacia un escenario bastante lúgubre:

a) por un lado, tenemos a la vista a una mujer que pretende ejercer el Poder Ejecutivo sin ninguna autoridad “real”, lanzando mensajes similares a los que enviaba el Führer a sus tropas desde un bunker bajo tierra en la Segunda Guerra para “reconquistar el frente de batalla”, ignorando que los aliados desembarcaban en Normandía para lanzar el asalto final a su régimen.

b) por el otro, una “troupe” de torpes malabaristas, entrenados para actuar quizá en alguna fiesta de cumpleaños remedando al show de los Tres Chiflados, pero que de ningún modo deberían desempeñar funciones en cargos en los que cada paso mal dado puede convertir la realidad en pura dinamita.

Pero, no hay nada que hacer: dicen los psicólogos que cuando se paraliza la “capacidad mental cognitiva” -denominada científicamente “memoria activa”-, ésta provoca un bloqueo de la información necesaria para realizar cualquier tarea.

Esta es la dolencia actual de la Presidente y parece habérsela contagiado a su gabinete. Sus zonas emocionales están totalmente entreveradas entre sí influyendo negativamente sobre el resto del cerebro. Apariciones y desapariciones son solo una consecuencia más de lo que “no” debiera hacer, convirtiendo su huída de la realidad en una tragicomedia, HASTA PARA LOS OJOS DE SUS COLABORADORES.

“Don Pepe y doña Juana”, no saben de psicología, pero salen a la calle e inmediatamente entienden de qué se trata la cuestión, apenas cruzan la entrada de un almacén.

En efecto, un país que enfrenta situaciones como las que estamos viviendo, nos obliga a los ciudadanos “no contaminados” a hacer un esfuerzo supremo para sacudir nuestro azoramiento frente al descalabro kirchnerista y poder encontrar algún mecanismo de protección personal ante la debacle.

Los resortes más oscuros de la personalidad de funcionarios que ENTRAN EN ACCIÓN A DESTIEMPO, permiten advertir sus propios semblantes pasmados y una oratoria obsesivo-compulsiva incapaz de disimular la pendiente por la que se deslizan sus absurdas “reprogramaciones” políticas y económicas.

Creemos que es demasiado tarde para ellos, porque nadie les cree una sola palabra. Mucho menos, “don” Pepe y “doña” Juana”. Esto les provoca un inocultable malhumor que los incita a “evacuar” pensamientos cada vez más retorcidos, provocando como rebote una mayor crispación popular.

La ansiedad mina siempre el intelecto. Y cuando éste tiene un coeficiente de baja calidad, simplemente lo destruye.

Frente a ello, la esperanza, según dicen los investigadores sociales, hace algo más que dar un poco de solaz en medio de una aflicción y juega un papel increíblemente poderoso cuando se deben enfrentar situaciones “espesas”.

Pero, entre nosotros y en lo que respecta al gobierno, HA DESAPARECIDO.

Por unos días y como alivio temporal, podremos quizá comer los tomates más baratos que la Presidente ordenó a Kiciloff (su nueva “estrella fugaz”) importar de Brasil, pero deberíamos recordar simultáneamente un consejo de Abraham Lincoln muy apropiado para este momento: “cuando pretendas sujetar a un elefante (¿el gobierno?) por sus patas traseras y veas que éste quiere echarse a correr, lo más sensato para ti es dejar que lo haga”.

A buen entendedor, pocas palabras.

carlosberro24@gmail.com