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jueves 10 de junio de 2004

Vamos mal, pero muy mal

El gobierno nacional ha llevado a cabo una estrategia difícil de entender: en lugar de aprovechar los puntos de imagen positiva que le daban las encuestas para realizar las reformas necesarias para poner el país en marcha, se dedicó a dilapidarlos en enfrentamientos que en nada mejoraron la vida de la gente. Hoy, la imagen positiva está bajando. ¿Ahora qué?

Si tomamos como cierto lo que decían las encuestas pocos meses atrás –que el gobierno tenía una imagen positiva de más del 70 por ciento–, la caída de más de veinte puntos que ha registrado en los últimos dos meses indica que el gobierno va por muy mal camino y que, de seguir así, el país se encontrará en algún momento en una crisis muy profunda. La denunciada inviabilidad del gobierno será una realidad por efecto de su propia incapacidad para administrar el país y establecer condiciones institucionales de largo plazo que aseguren el crecimiento y el bienestar de la población.

Considerando que Kirchner llegó a la presidencia con un muy bajo porcentaje de votos, su sustento o su stock de capital político está en la imagen que pueda tener ante la población. Ahora bien, ese stock de capital puede ser asignado eficientemente o puede ser dilapidado.

Veamos un ejemplo de cómo podría ser asignado eficientemente. El gobierno podría utilizar esa imagen positiva para enfrentar los intereses corporativos de los dirigentes sindicales para llevar a cabo una profunda reforma laboral que incentive la contratación de mano de obra. En ese caso, el enfrentamiento podría hacerle bajar transitoriamente la imagen positiva, pero los frutos positivos de la reforma le permitirían recuperar su stock de capital en el mediano plazo cuando la gente consiguiera trabajo mejor remunerado.

Otros ejemplos podrían ser la reforma impositiva, la apertura de la economía al mundo o la reforma del Estado para hacerlo más eficiente. Es decir, el gobierno podría utilizar el stock de capital en imagen pública para invertirlo en reformas estructurales.

Sin embargo, en este primer año de gobierno, Kirchner no utilizó su stock de capital para hacer reformas sino que se dedicó a consumirlo. Se enfrentó con cuanto sector uno pueda imaginar, pero sin que ese enfrentamiento le generara una recuperación futura de su imagen y, lo que es más grave, sin solucionar los problemas de la gente. Ejemplos: descabezó a la Policía Federal pero no logró solucionar el problema de la inseguridad o destrató al mundo empresario y no por ello consiguió más inversiones.

La fuerte carga ideológica setentista que inspira al gobierno hace que ese stock de capital inicial lo esté dilapidando en enfrentamientos estériles y, aun peor, en mostrar una clara tendencia a la intolerancia que se aproxima peligrosamente a los sistemas totalitarios.

Esta intolerancia hacia quienes piensan distinto quedó en evidencia en los siguientes casos:

1) Scioli fue vapuleado por el presidente por expresar sus ideas sobre el tema de las tarifas de los servicios públicos.

2) En varias oportunidades Kirchner afirmó que los economistas que pensamos distinto al gobierno estamos pagados por alguien, arrogándose el derecho a ser el único transparente al emitir opiniones. Es decir, Kirchner cree tener el monopolio de la honestidad intelectual.

3) Elisa Carrió fue amenazada con hacerle un juicio para mandarla presa por hacer declaraciones que no le gustaron a algún ministro.

4) Se denunció un complot inexistente en una cena privada,

5) Se denunció otro complot inexistente de economistas, policía, menemismo y empresas ferroviarias.

El listado podría seguir, pero con esto basta para advertir la fuerte tendencia a la intolerancia del gobierno.

Como decía antes, el gobierno no dejó sector con quien pelearse. Empresarios extranjeros y nacionales, privatizadas, Fondo Monetario Internacional (FMI), fondos buitres, bonistas, países vecinos y el Partido Justicialista (PJ). Todos fueron objeto de sus desplantes o de sus amenazas, y ahora viene la pelea por la coparticipación federal con la provincia de Buenos Aires.

Argentina, al igual que en los ’70, está siendo víctima de la interna del PJ entre la izquierda y el fascismo. En los ’70 este enfrentamiento llevó al país a un derramamiento de sangre y colapso social. El problema es que ese enfrentamiento no fue resuelto 30 años atrás y hoy vuelve a revivir. A nadie escapa que los problemas internos del PJ son fenomenales, aunque sus principales dirigentes traten de disimular sus diferencias. Y como si este conflicto de los ’70 fuera poco, ahora se crearon huestes piqueteras dispuestas a enfrentarse a los opositores al gobierno en el momento que consideren más conveniente.

Aunque al gobierno no le agrade, la realidad es que ha creado un ambiente de violencia verbal en el campo de la política que, en cualquier momento, con las nuevas huestes piqueteras pro gobierno, puede derivar en violencia física.

Podríamos llegar así a una situación de semi anarquía donde el Estado deja de tener el monopolio de la fuerza para hacer respetar los derechos individuales y cae en un escenario donde el grupo con el garrote más grande impone sus ideas. Dejaríamos así la idea de establecer una verdadera democracia para establecer una dictadura disfrazada de democracia.

Hoy la inseguridad del ciudadano es absoluta. El caso del empresario que mató a dos delincuentes que quisieron robarle en el microcentro refleja lo siguiente: si usted es asaltado por delincuentes porque el Estado no le presta el servicio de seguridad, mejor que se deje violar, mutilar o asesinar porque si reacciona y lastima a los delincuentes usted irá preso.

Por eso el título de esta nota. Vamos mal porque el país no está siendo administrado eficientemente y, encima, las persecuciones ideológicas empiezan a tomar un cariz cada vez más preocupantes Dicho más directamente: aquí se está jugando con los derechos civiles más elementales. Ya no estamos discutiendo cuestiones como el superávit fiscal, la apertura de la economía o la reforma laboral. Estamos discutiendo cuestiones mucho más elementales para un país que pretende ser civilizado.

El gran interrogante que queda por develar es que hará el presidente una vez que haya terminado de dilapidar su stock de capital político en peleas y revanchismos históricos. ¿En quién se va a apoyar cuando su imagen positiva termine de desplomarse, si no hay sector al que no haya maltratado? Por ahora lo único que parece quedarle hacia el futuro es un grupo de piqueteros dispuestos a apoyarlo en su proyecto de volver a los ’70.

Vamos mal. Pero muy mal. © www.economiaparatodos.com.ar