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lunes 9 de junio de 2008

Y no lo dejaron solo

Bernardo Neustadt se despidió de los argentinos en el Día del Periodista. Recordémoslo como un hombre que nos ayudó a pensar el país.

El jueves pasado, 5 de junio, fue la última vez que lo vi a Bernardo Neustadt. Fui a su casa de Martínez a uno de los tantos almuerzos que organizaba los jueves. Estábamos José Ignacio García Hamilton, Daniel Montamat y yo. Como de costumbre, debatimos sobre el país. Cómo cambiarlo. Se lo veía con el mismo entusiasmo y fuerza de siempre, al punto que cerca de las tres nos levantamos todos porque Bernardo tenía que tomar un avión para ir a Mar del Plata a presentar su último libro.

Con Bernardo establecí una relación de amistad en los últimos años, cuando ya no conducía “Tiempo Nuevo” ni su tan escuchado programa de radio. Es más, si la memoria no me falla, sólo fui dos veces a “Tiempo Nuevo”, de manera que cuando comenzamos nuestra amistad no había interés de figuración en ninguna de las dos partes. Ni yo me acercaba a él por su programa, que ya no lo tenía, ni él se acercó a mí para pedirme nada. Solamente existía un interés muto por pensar la Argentina.

Muchos fueron los almuerzos y desayunos que compartimos, con otras personas o solos. Siempre surgía la misma idea en sus comentarios: tenía la esperanza de que esto cambiara a partir de la gente joven, a la que convocaba todos los sábados a su casa a desayunar y debatir.

Me consta que desinteresadamente ayudó a mucha gente, y más de uno se sorprendería del largo listado de ayudas que dio. En silencio y con tal discreción.

¿Que pudo haber cometido errores? Por supuesto, ¿quién no? Pero lo que es innegable es que la Argentina de hoy le dolía y su debate era transparente y sincero.

Fue un hombre que en su época de mayor esplendor tuvo un rating que superó al de muchos programas de entretenimientos de actualidad. Momentos en los que, él lo sabía, mucha gente se le acercó por interés. Y que luego, ya sin el micrófono o la cámara de televisión, desaparecieron. Sin embargo, él siguió escribiendo, organizando debates y publicando libros. Hubo mucha gente que siguió a su lado y no lo dejó solo.

Su último libro –que no se lo quisieron editar en Argentina y tuvo que hacerlo imprimir en España– fue su último esfuerzo por comunicar sus pensamientos. Un libro que, inclusive, no pudo presentar el día estipulado porque había recibido amenazas.

Bernardo se fue. Voy a extrañar sus llamados por teléfono, temprano a la mañana, para intercambiar ideas. Los llamados de María, su secretaria, para avisarme de un nuevo almuerzo. Y los chistes que nos hacíamos cuando nos encontrábamos o hablábamos por teléfono.

Pero, tal vez nos deje una última sorpresa y tengamos algún nuevo pensamiento de Bernardo en poco tiempo más, según nos confesó el jueves pasado mientras almorzábamos.

Una semana atrás, charlando por teléfono, hicimos una apuesta sobre lo que va a pasar en la Argentina. Como ambos coincidimos en el pronóstico, quedamos en que si efectivamente se cumplía iríamos a almorzar juntos y cada uno pagaría su parte: los dos pensábamos lo mismo y ninguno podría declararse ganador.

Bernardo, si ganamos la apuesta, cuando nos encontremos nuevamente, cumpliremos con el compromiso. © www.economiaparatodos.com.ar

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