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lunes 15 de febrero de 2010

¿Y si llamamos al médico?

Poca trascendencia tiene analizar cuándo comenzaron los primeros signos de inflación, si tenemos en cuenta que quienes ocupan el Ejecutivo están allí desde hace casi dos períodos. Lo que urge es encontrar remedio.

Ella se había enfermado en el transcurso del fin de semana, quizás antes, posiblemente la mañana del lunes. Un dato sin gran trascendencia para el propósito de esta historia. Los síntomas no eran al comienzo fácilmente observables, al menos a simple vista. Sus padres estaban separados o algo semejante. Había pasado el último domingo en compañía de su progenitor, esos acuerdos un tanto peculiares pero tan comunes en estos “tiempos modernos”. Al regresarla al hogar materno, la rutina se hizo palpable. Esas ideas y venidas eran moneda corriente, costumbre que ciega de alguna manera.

Para mediados de semana, entre miércoles y jueves –no altera el sentido de esta trama definir con plena exactitud la fecha–, la fiebre comenzó a subirle sin tregua. El viernes, la temperatura ascendía a 40 grados y allí seguía ella, en su dormitorio, tendida en una cama sin que nadie la atendiera. Los padres estaban concentrados en ver quién ganaba la puja por ocupar el sitial del culpable.

Mientras la enfermedad avanzaba, en el living, los ex cónyuges discutían. Se echaban mutuamente la culpa. La madre sostenía que había pasado frío el domingo durante la salida. El hombre aseguraba enfáticamente que la había devuelto en perfecto estado de salud. Gritaban, peleaban, matizaban la cuestión con otros conflictos anteriores que había tenido la pareja. Así, pasaban los minutos, las horas, los días…

Lo cierto es que no se llamó al médico. En el fragor de la discusión no había tiempo para ello. Lo que era una simple gripe derivó en neumonía. No es necesario darle un final trágico a este relato. Cada lector sabrá interpretar qué hubiese sido mejor ante la irrupción del primer síntoma.

¿Qué tiene que ver esto con la realidad política argentina? Si aún no se adivinó, esa niña agonizante puede ser metaforizada como el país donde se habita. ¿Tiene trascendencia cuándo comenzaron los primeros signos de inflación si tenemos en cuenta que quienes ocupan el Ejecutivo están allí desde hace casi dos períodos? Si el alza de precios se evidenció en el 2007, o se percibió en el 2009 no altera en demasía el actual estado de la doméstica economía.

La enfermedad estaba y está, pero se sigue discutiendo quién tiene responsabilidad sin llamar a un especialista que diagnostique y emprenda un tratamiento que redima.

Los países no se mueren, es cierto… pero tampoco estemos tan seguros de estar vivos aunque respiremos. Hay un sinfín de variables que establecen qué es esa suerte de slogan que usan los gobiernos cuando refieren a “la calidad de vida”. En Argentina, aquello es apenas una frase hecha, una utopía.

Si acaso para algunos, haber viajado a la costa un par de días es sinónimo de bienestar y paz, aquello que falla no es sólo la autoridad sino también quién erra es ese grueso social que se queda sumido en nimiedades pasajeras. Antes o después, la playa se queda vacía y el mar se lleva la mentada “calidad de vida” de esos escasos días que se nos han vendido como eufemismo de “turismo”. Si encima se lo analiza: turismo gasolero o berreta en demasía…

Observar cómo se discute, hoy por hoy, el alza de la carne y escuchar teorías tan insólitas como ficticias que van desde el enriquecimiento de productores oligarcas “cuasi golpistas”, a almaceneros que especulan, o hasta un pueblo que, de tanta plata que atesora, no hace sino consumir a toda hora elevando el precio en las góndolas, no deja margen para un final feliz de la historia. La gripe puede devenir neumonía.

Uno de los voceros presidenciales osó decir que el gobierno nada tiene que ver en el alza de precios. Un ministro directamente negó que tal cosa esté sucediendo, y habló de “reacomodamiento”. Posiblemente este reemplazo tan maniqueo de términos explique el por qué, esa misma gente, habla de democracia como si ésta, actualmente, tuviera existencia en esta geografía…

El grado de orfandad del pueblo en materia política es tan grande que, de la noche a la mañana, cualquiera que emita un epíteto en contra del gobierno puede convertirse en candidato a la banda y el cetro. No interesa que esboce ningún plan de gestión. Puede ser un un hombre probo o el más ignorante y necio. En síntesis: cualquiera. A ese punto se ha llegado en la Argentina. Basta con que se anime a emitir una crítica después de un lapso demasiado extenso de miedo traducido en silencio ( y cómplice en muchos de ellos)

Se dirá que es estrategia pero en realidad responde a la necesidad acuciante de una ciudadanía que requiere urgentemente un referente político para poder hallarle sentido a aquel slogan al que aludíamos: “Calidad de vida”, y mantener la ilusión aunque sea por unos días.

De ese modo, ayer fue Julio Cobos, hoy es Carlos Reutemann. Uno vio limitar sus intenciones, sus planes y objetivos para sacar a la Argentina de la gripe (si es que puede evitarse la neumonía) con cinco palabras: “Mi voto no es positivo”. El otro, poco sutil, aumentó su imagen positiva por decir lo que muchos piensan pero todavía no se atreven a decir: “Con tal de que cuando se vayan en 2011 no se hayan afanado la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, vamos a estar contentos los argentinos”. (En cierto sentido, a esa Plaza se la han apropiado hace tiempo, aunque ya se haya olvidado el episodio de los bolivianos echados de allí cuando intentaban hacer un reclamo.)

Si mañana amanecemos con algún iluminado esbozando otra teoría sobre la escalada de precios que no refiera necesariamente a la vaca, a su dueño o a quién nos la vende detrás de un mostrador, es posible que adquiera su segundo de fama para transformarse furtivamente en el redentor de la Patria. Puede ser: cualquiera. La demanda del pueblo ya es en extremo conformista.

Tanta discusión previa por las ideologías (muchas de ellas sin ideas), tanta división del país en derechas e izquierdas obsoletas, no dieron fruto a juzgar por los “requisitos” que se le solicitan o que ofertan quienes se suben a la carrera proselitista como si la elección presidencial estuviese cerca. El conformismo más simplón ganó la calle, y posiblemente gane también dicha elección.

Los países serios demuestran que lo primero es atender la gripe sin que interese demasiado cuándo se han enfermado, ni quién es el chancho, ni quién lo alimentó. Lo importante es que no avancen los síntomas. El llamado al médico y al más probo de los especialistas, sin hurgar inútilmente si firma la receta con mano izquierda o derecha, es lo prioritario en sociedades donde la salud que desvela y pone en jaque a un gobierno completo no es la de un ex mandatario sino la del pueblo. Nada sutil la diferencia… © www.economiaparatodos.com.ar

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