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jueves 8 de diciembre de 2005

Busti terminará mal en el caso de las papeleras

La oposición del gobernador de Entre Ríos a la construcción de las papeleras en Uruguay comienza a chocarse con la realidad y con el desacuerdo de otras provincias del litoral, que ven con buenos ojos la expansión de la industria de la celulosa.

Imitando -mal- el conocido y proverbial “estilo” intimidatorio del inusual gobierno nacional, el gobernador Busti, de Entre Ríos, se apresta a tener que presentar batalla en dos frentes que ciertamente él no ha elegido.

Primero, sorpresivamente, en su propia región, esto es en el litoral argentino. Que se le ha “dado vuelta”.

Tanto la provincia de Misiones, como la de Corrientes, saben que probablemente van a recibir importantes inversiones del capítulo de la celulosa y el papel. Con la creación de puestos de trabajo y multiplicación económica consiguiente.

Porque el proyecto sectorial (celulosa y papel) que ahora crece en la banda oriental del Río Uruguay es de índole regional y, en rigor, se extiende a ambas márgenes del río que nos separa de nuestros hermanos uruguayos.

Misiones, especialmente, sabe, desde hace años, lo que es la industria papelera al sector forestal. Porque los contiene. Y comprende entonces que el “modelo” de tratar de operar el uno sin el otro no tiene ningún futuro. Ni viabilidad. Porque existe la necesidad técnica y económica de integrarlos operativa y funcionalmente.

Segundo, Busti deberá -en algún momento- enfrentar la realidad del mundo. Tal cual ella es. No como él cree que es. O quiere que sea.

Hay quienes saben, por ejemplo, que en Finlandia (que tiene en operación cinco enormes plantas similares a la que la empresa de esa nacionalidad, Botnia, construye aceleradamente ahora en el Uruguay, con tecnología BAT) hay un pueblito absolutamente delicioso, llamado Rauma. Está lleno de tradición y de historia. Por lo que ha sido declarado patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO, en 1991.

Con apenas unos 40.000 habitantes, por su particular encanto Rauma recibe la visita de más de medio millón de fascinados turistas por año.

A menos de seis kilómetros de esa ciudad está emplazada, desde hace ya nueve años, una de las plantas de Botnia. Jamás un incidente o problema ambiental. Nunca nadie dejó de visitar a Rauma por razones o temores de esa índole.

La verdad -aparentemente- se le viene encima a Busti, a pasos agigantados. La tecnología a usarse en el río Uruguay es la que se usa en el país que hoy está entre los cinco más desarrollados del mundo. La más avanzada de las que están disponibles.

Mientas tanto, él aprovechará el verano para hacer lo que mejor sabe, lo que “le sale”: intimidar, cortar rutas, molestar, insultar, agredir, prepotear, pelear, amedrentar, dañar, hacer ruido, llamar la atención, distraer y cosas de ese mismo cuño. Las que todos esperan de Busti. Las que tanto daño nos hacen. Aquí y afuera.

Pero su esfuerzo tiene patas cortas y, pronto, ya no engañará a nadie. Es tan sólo una cuestión de tiempo. El papelón está a la vista, es universal, y tiene altos costos, directos e indirectos. Pero, como dice Abel Posse, en la Argentina de Kirchner “la anormalidad no tiene castigo”. Sólo premios. Porque somos “un país amoral, que perdió la vergüenza y hasta el asombro”, o “un país de tahúres, como decía Borges”. Perdón, Posse, algunos son más que otros.

Y, peor, porque tenemos “periodistas audiovisuales, sonrientes de oreja a oreja, vendidos como muñecos de kermesse, con el precio colgado en la oreja”. Sea que lo paguen con un “sobrecito” mensual, sea que estén en el pay-roll del monopolio de prensa que mantiene a Kirchner en el poder. © www.economiaparatodos.com.ar




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