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jueves 21 de octubre de 2004

Más bruto que un arado

El sector agropecuario argentino sigue apostando al desarrollo tecnológico y es pionero en el mundo en “siembra de precisión”, una nueva modalidad de cultivo. Sin embargo, las retenciones son el premio al esfuerzo y la prosperidad de los hombres de campo.

Más de 5000 años tuvo de vigencia el arado, que fuera instrumento primigenio y fundante de la agricultura.

Pero ya pasó.

Hoy quien labra la tierra con un arado, por sofisticado que sea, es realmente “más bruto que un arado”. Comenzamos con la labranza cero, seguimos con la siembra directa, para culminar ahora con la “siembra de precisión”.

¿De qué estamos hablando? De la innovación tecnológica en las artes agropecuarias de la Argentina que lidera tecnológicamente la producción mundial junto con Estados Unidos. ¡Sí! Tecnológica y competitivamente en este terreno los argentinos estamos primeros en el planeta y nos llaman de otros países para enseñar y propagar la nueva forma de producir alimentos vegetales. Hace menos de un mes una delegación argentina dio cursos y clases en Albacete, España, y ahora China nos ha contratado y financiado para que nuestros técnicos y productores generen un gigantesco programa de producción alimentaria para Angola.

¿Qué es la “siembra de precisión”? Es diseñar la maquinaria, fabricarla y lograr que cada semilla se ubique milimétricamente en la distancia, profundidad, humedad, sin destrozar el suelo y con los requeridos fungicidas y pesticidas y fertilizantes, que sea debidamente comprimida y efectuar con la tierra una operación de cirugía laparoscópica. El tractor que lleva la maquinaria, además, determina satelitalmente la zona donde hay que cultivar o no sembrar, y mientras el tractorista revisa sus instrumentos informáticos, un piloto automático cultiva sus hectáreas ganadas para la agricultura.

¿Esto es fantaciencia? No. Es campo nacional. Es cierto que fuimos bendecidos por el precio de la soja que impulsó vigorosamente la economía agraria, pero primero hubo que lograr las 70 millones de toneladas de grano que cosechamos. Y vamos por 100 millones, como dicen los del campo.

¿Y la desertificación y la ecología? El campo así tratado soporta la erosión eólica y de humedad y deja de perder capacidad biológica. Hoy, tenemos campos más fecundos que hace diez años y nuestros hijos tendrán mejores suelos a medida que progresemos en el avance tecnológico. Fuera de ello, los pesticidas y nutrientes tienden a ser bacterianos para proteger aún más la madre tierra.

¿Y la pérdida de puestos de trabajo? La innovación trae el inevitable dolor de puestos eliminados, pero ya es sabido que crea nuevas oportunidades laborales.

Cada vez que en la ciudad hablamos de seminarios de tecnología nos consideramos satisfechos si concurren unos 40 oyentes. En cualquier coloquio de Azul, Pergamino o Santa Fe asisten varios miles de productores. Se acabó el peón de campo atrasadito sin conocimientos de biotecnología. El INTA, que debe reponer sus planteles técnicos ante las bajas jubilatorias, se ha propuesto ubicar en sus planteles no menos de ¡1000! doctorados en ciencias agronómicas. No ingenieros ni veterinarios. Doctores en ciencias camperas.

Siempre se requiere que la innovación tecnológica en la industria crezca y se propague a través de redes y con interrelación de empresarios. El campo se adelantó con las redes multitudinarias de Grupos Crea, grupos de Cambio Rural y redes de exportación donde se expanden y difunden los nuevos procesos.

Este boom de tecnología ha transformado a Rosario, que es el nuevo puerto oceánico de la Argentina, desde donde la industria aceitera lidera también la competitividad del mundo. Si la hidrovía cumple con sus promesas, Rosario, que ya ha modificado sustancialmente sus índices de desocupación y donde se registra una alentadora bonanza económica, se convertirá en el primer puerto de exportación. Si ya no lo es.

¿Cuál fue la ayuda gubernamental para esta explosión de primerazgo tecnológico? Un pequeño presupuesto de 200 millones de pesos para el INTA y un manotazo desgarrador en retenciones a la exportación. Todos los países en el mundo promocionan y subsidian sus exportaciones. Aquí las reventamos con retenciones.

Aquí la industria durante más de un siglo ha pedido ser protegida y lo es casi continuamente con barreras y aranceles. ¿Ha mejorado con este proteccionismo?

Dejo la respuesta al lector. Parece ser que la protección, tal cual se pide y se otorga en la Argentina, daña mucho más a las innovaciones tecnológicas y al progreso real de la industria que el castigo económico que damos al campo.

Es hora de que seamos conscientes del avance tecnológico de nuestro agro.

Ello es fruto del estudio, el tesón y la seriedad con que se produce. Aquí no se han perdido los valores del trabajo. © www.economiaparatodos.com.ar



Agustín Pieroni es Doctor en Ciencia Política.




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