Dice el artículo 11 del proyecto de ley de presupuesto para el año 2005: “Facúltese al JEFE DE GABINETE DE MINISTROS a disponer las reestructuraciones presupuestarias que considere necesarias dentro del total aprobado por la presente ley”. Traducido al español básico, el proyecto de presupuesto establece un monto de gastos para el año que viene, de 77.454 millones de pesos, autorizando al Poder Ejecutivo a gastarlo como mejor le parezca.
Es más, el proyecto de ley autoriza al Jefe de Gabinete de Ministros a hacer lo que le parezca con todos esos millones de pesos. Pero como al Jefe de Gabinete lo nombra el Presidente y el primero no va a hacer nada con lo que no esté de acuerdo el segundo, el artículo de referencia no es otra cosa que una fenomenal pirueta para no decir directamente que el año que viene, que es un año electoral, el presidente dispondrá de 77.454 millones de pesos, que aportarán los contribuyentes, para que él pueda gastarlos como mejor le parezca. Este sólo artículo me hace pensar que es un chiste de mal gusto que se sancione una ley, bajo el argumento de la transparencia, para que los partidos políticos informen cómo recaudan sus fondos y cómo los gastan, cuando el mismo Congreso puede llegar a darle vía libre al Ejecutivo para gastar nada más y nada menos que 77.454 millones de pesos sin dar ningún tipo de explicaciones de la forma en que los gastó.
En consecuencia, los 69 artículos que tiene el proyecto de ley pasan a estar al divino botón porque, de acuerdo a los superpoderes que pide el Poder Ejecutivo, la ley podría aprobarse sólo con dos artículos: “Artículo 1: Autorícese al Poder Ejecutivo a gastar 77.454 millones de pesos durante el año fiscal 2005, como mejor le parezca. Artículo 2: Publíquese y archívese”.
El artículo 11 del proyecto de presupuesto es casi una incitación a la rebelión fiscal por la tomadura de pelo que se le hace al contribuyente, porque los habitantes, si se aprueban estos superpoderes, estarán obligados a pagar impuestos pero no tendrán derecho a que les expliquen de antemano en qué van a utilizar sus fondos.
Se supone que el Congreso de la Nación tiene diputados que representan a los ciudadanos y que esa representación implica velar por los intereses de ellos. Es decir, ponerle un límite al Ejecutivo. De aprobarse este artículo, el Congreso le estará delegando sus facultades al Ejecutivo, con lo cual, la división de poderes desaparece y la democracia que tanto declaman se transformará en una dictadura disfrazada de democracia.
El Congreso está para discutir en qué se van usar los fondos de los contribuyentes y, por lo tanto, no está autorizado a delegarle sus facultades al Ejecutivo.
Si la Argentina anda a los tumbos es porque todos se llenan la boca con la palabra democracia, pero llegado el momento ninguno quiere asumir las responsabilidades que implica vivir en un sistema democrático. O, mejor dicho, pocos quieren subordinarse a las limitaciones que establece un verdadero sistema democrático.
Pero de la runfla de políticos que hoy tenemos en la Argentina no me sorprende nada. Ya en los años de Alfonsín se gobernaba sin presupuesto. Recuerdo que, cada tanto, se enviaba al Congreso algún presupuesto con los ingresos y egresos del año anterior. Con lo cual esos presupuestos no eran otra cosa que simples rendiciones de cuenta. En esos años ya el Ejecutivo hacía lo que se le daba la gana con la plata de los contribuyentes y, sin embargo, Alfonsín sigue apareciendo como el gran demócrata.
Para que quede más claro todavía: si se llegan a aprobar estos superpoderes, el Poder Ejecutivo dispondrá de una fenomenal caja que podrá manejar a su antojo durante un año electoral y no hay ningún argumento de fondo que justifique semejante delegación de poderes.
El único argumento que leí en algún lugar es el que dio el Jefe de Gabinete, diciendo que se pedían esos superpoderes porque el país está en crisis. La verdad, señor Jefe de Gabinete, es que el país hace años que está en crisis porque los políticos que llegan al poder le han pasado sistemáticamente por arriba al orden jurídico preestablecido. Lo único que les interesa es conseguir fondos para financiar sus máquinas electorales.
Y pensar que una de las grandes banderas del liberalismo fue: “no taxation without representation”. Aquí hay taxation, pero no hay representation. Ergo, volvimos a los monarquías absolutistas. © www.economiaparatodos.com.ar |