– ¿Tendremos, como en los 80, otra década perdida en la Argentina en materia económica?
– Creo que comparándonos con la década del 80, estamos mejor. Estamos mejor porque, en líneas generales, no se está volviendo sobre errores que se cometieron entonces. Básicamente, me refiero a la falta de disciplina fiscal y monetaria que tuvimos en esos años y que terminó, como todos recordamos, con la hiperinflación en 1989. Esos desbordes no los estamos teniendo. En eso creo ver que hemos aprendido la lección.
– ¿Cree que esto es un éxito del gobierno actual o algo que se dio sin planearlo?
– Este gobierno, para sorpresa de propios y extraños, ha tenido una política fiscal llamativamente ortodoxa, que le ha permitido, en primer lugar, estabilizar el tipo de cambio. Pese al diagnóstico de muchos que opinaban que íbamos a ir rápidamente a la hiperinflación, se sentó encima del gasto público y empezó a acumular superávit primarios, que le permitieron tener una consistencia de manejo macroeconómico de corto plazo y llegar a la estabilidad cambiaria. Y han logrado una estabilidad del tipo de cambio sin tener tasas de interés enloquecidas. Es decir, tenemos hoy por hoy tasas de interés negativas en términos reales.
– ¿Las pasivas?
– Sí, las pasivas son negativas y a pesar de eso tenemos estabilidad cambiaria y el Banco Central tiene que salir a comprar divisas para sostenerlo. Entonces, yo creo que, si bien es cierto que hay muchos elementos populistas –en cuanto a la orientación de política, en cuanto al cierre de la economía, en cuanto a la participación del sector público en materia distributiva–, creo que en esta oportunidad esto está llegando en cuotas más reducidas de populismo. Este es un gobierno de centroizquierda con un populismo mucho más moderado del que tuvimos en las dos experiencias anteriores. Hoy estamos con un programa fiscalmente ortodoxo que es el centro de la estabilidad que hemos conseguido. Y eso sólo ya hace una diferencia sideral con respecto a lo que hemos vivido en los 80 e, incluso, también de lo que hemos vivido en la corta experiencia del 73 al 75. Por eso, en este sentido creo que no se trata de una década perdida. Sin embargo, una vez que pasemos este crecimiento de recuperación, nos depararán unos años restantes de crecimiento bajo, muy bajo…
– De 3 o 4 por ciento en el mejor de los escenarios…
– Sí, yo le diría que eso es demasiado optimista para ser sostenido en el tiempo. Pero, insisto, a pesar de esa perspectiva que indica que ese crecimiento bajo será incapaz de resolver ni superar los tremendos problemas que tenemos de pobreza y marginación, no creo que en estas circunstancias vayamos a llegar a un desenlace como cualquiera de los que tuvimos anteriormente.
– ¿Usted no cree que vayamos a terminar con un estallido financiero y cambiario al estilo tradicional?
– No, en la medida en que continúen con una política fiscal que evite el distribucionismo de otras épocas y evite los déficit que supimos tener. Creo que no va ocurrir nada de eso. Pero estamos en la Argentina…
– Coincido con usted que hoy hay un populismo más moderado que el que tuvimos con Alfonsín o del que pudo haber hecho el gobierno de Perón del 73 al 76. Pero siempre que se hace populismo uno tiene que tener recursos para financiarlo porque, en definitiva, el populismo no es más que sacarle a unos para darles a otros, se fundamenta en la redistribución más que en la producción. ¿Cuáles son los sectores que, a su juicio, estarían financiando esta política a largo plazo?
– En primer lugar, el sector agropecuario con todas las retenciones que se le han impuesto. El otro mecanismo de recaudación es el impuesto a las transacciones financieras, que recae sobre todos aquellos que por sus actividades están obligados a realizar transacciones blancas y esa es una fuente importante de financiamiento para el Gobierno. Hoy por hoy el superávit primario que se ha acumulado está explicado, básicamente, por estas fuentes: retenciones por derechos a la exportación e impuestos a las transferencias financieras. Pero, aun así, yo creo que, por otro lado, el populismo a través del gasto ha sido mucho menor que en otras oportunidades. Si bien es cierto que hemos tenido aumentos de jubilaciones mínimas, algunos aumentos de salario y la reposición del 13 por ciento, esto es mucho más moderado de lo que se ha hecho otras veces.
– ¿Es más amarrete este gobierno?
– Exacto, éste es un populismo mucho más amarrete que en otras décadas y el Gobierno ha priorizado, por lo menos hasta ahora, la constitución de superávit primario antes de salir a gastar. Eso ha significado la capacidad de acumular reservas y le ha significado la posibilidad de ganar independencia. El Gobierno ha aprendido que no todo superávit fiscal lleva necesariamente a la pobreza y que, por otro lado, permite ganar grados de independencia muy importantes. Porque si toda la estabilidad cambiaria depende del apoyo externo y del refinanciamiento del Fondo Monetario Internacional, indudablemente se es mucho más dependiente en cuanto a las políticas. Y este gobierno que está en sí muy a favor de la defensa de lo nacional y lo productivo, está ansioso de ganar algo de independencia y poder realizar sus políticas, más allá de las presiones que vengan del exterior.
– Hoy en día el Banco Central tiene que demostrar su capacidad para emitir una moneda confiable…
– Sí. Recuerde que la Argentina destruyó 5 signos monetarios desde 1935 hasta hoy.
– Justamente, me parece que tenemos como una sobreexigencia para que nuestra política monetaria tenga mucha certeza y mucha solidez. Hay países como España que tal vez se pueden dar el lujo de redistribuir porque no han tenido la serie de barbaridades que hemos hecho acá. ¿No le parece que la Argentina para poder crecer y captar inversiones debe ser mucho más potente en las señales que tiene que emitir y en las medidas que tiene que tomar?
– Indudablemente, hasta acá hemos hablado de las bondades de lo que se ha hecho hasta ahora y no hemos hablado de todos los problemas que permanecen. Y me refiero, principalmente, a que se ha privilegiado el ajuste fiscal a través de impuestos que son sumamente distorsivos. Hay muchos elementos y medidas del Gobierno, entonces, que atentan contra un crecimiento de la economía del sector externo, a través de las exportaciones, que atentan y afectan al crecimiento de las actividades blancas, formales, legales y de mayor productividad y fomentan la expansión de las actividades informales, aunque no sea ese el discurso. Y todo esto, sumado a la inseguridad jurídica, que no se hace lo suficiente como para reestablecerla, hace que las perspectivas a mediano plazo sean muy débiles por el escaso atractivo que tenemos y que generamos para la inversión y también porque la orientación de la poca inversión que tengamos no va a ser la adecuada. © www.economiaparatodos.com.ar |