Si hay un calificativo que adjudicarle a la situación de la sociedad venezolana, ése es “desesperación”. El escenario que se vislumbra para los próximos meses no podía ser peor, si tomamos en cuenta los dislates en los cuales sigue incurriendo el Poder Judicial con su rebaño de jueces a las órdenes del comandante presidente Chávez. Venezuela está sentenciada a muerte, porque a partir del 4 de diciembre se dará inicio a la mayor pesadilla en la historia política venezolana, cuando se hundirá aún más el acelerador de la tiranía y el despotismo, con el fin de culminar la instalación de un proyecto político perverso y totalitario que pretende cercenar de una vez por todas lo que ya nos temíamos desde hace poco más de cuatro años: la conversión de Venezuela en una nación de esclavos, alienada por un régimen que promete el fin de una democracia socavada por oscuros planes cuyo objetivo es la sumisión total de la población.
“El comunismo del siglo XXI” está a la vuelta de la esquina y no es más que la reedición de las sórdidas antiguallas y las desusadas consejas revolucionarias que llevaron al fracaso económico y social a muchas naciones del mundo. Este nuevo “comunismo” no es otra cosa que el segundo capítulo de la novela que inició el tirano cubano en 1959 cuando decidió alinearse a la naufragada Unión Soviética, para no morir de inanición y evitar terminar como un paria en la geopolítica mundial.
Los signos hacia una fusión cubano-venezolana son públicos y notorios desde hace tiempo, cuya primera evidencia ha sido la implantación de instituciones similares hasta en el nombre, con la vergonzosa llegada a Venezuela de 4.000 ciudadanos cubanos para reorganizar el sistema educativo y militarizar la población civil, lo más grave, el mimetismo surgido entre ambos regímenes como parte del plan para alargar un esquema de vasallaje y dependencia, mientras se siguen agitando las banderas antibush, anticristianas y antiempresarias para distraer a los más humildes y menos educados de Venezuela. Una verdadera vergüenza.
Estamos en presencia de una dictadura constitucional que le agregará otro apellido a la República, el de socialista, una vez que el régimen haya tomado el control de la Asamblea Nacional en diciembre, tal y como está previsto, de acuerdo a las argucias del vergonzoso ministerio electoral encabezado por el rector Rodríguez. Cuando eso ocurra, vendrá lo que hasta hace poco era inimaginable: la fusión de los regímenes cubano y venezolano en una sola y única estructura política, de modelo marxista, liderada por el histrión barinés, como un regalo del tirano antillano a la devoción revolucionaria de su alter ego criollo y, lo más importante, como una forma de perpetuar el pensamiento y la obra del sátrapa caribeño después de su muerte.
Para marzo de 2006 podría estar estableciéndose esta nueva armazón política, una nueva república unida venezolano-cubana que resucita las fracasadas uniones de repúblicas marxistas como la soviética o la yugoslava. Ahora que los europeos se liberaron del yugo comunista, Chávez abraza el marxismo con fruición y trata de unir a su proyecto totalitario al presidente Kirchner de Argentina, quien lo visita hoy en nuestro país. ¿Qué está sucediendo en nuestra querida América Latina? Por Dios, despertemos de esta pesadilla antes de que sea demasiado tarde. Ya los primeros pasos han sido dados claramente por el régimen chavista: una Asamblea Nacional unicameral al estilo cubano y una Fuerza Armada Nacional con un nuevo credo institucional que la coloca al servicio del régimen e incorpora milicias populares, a imagen y semejanza también de las de la nación insular.
Sólo queda el asalto ya calculado a la Asamblea Nacional en diciembre, y cuya primera acción será modificar la Constitución para complacer los deseos de perpetuidad del Jefe Mayor, a la espera de que la población entienda que su permanencia en el poder es beneficiosa para el futuro marxista que se construye para las nuevas generaciones.
Vistos los hechos, no se puede combatir el régimen con los mismos principios electorales de antaño. Hay que ser asimétrico. Habrá que apelar a la ira e indignación de los venezolanos, con el principio de la abstención que promueve el 350 y buscar socavar la escasa moralidad que le queda a este régimen, si es que alguna vez la tuvo, convenciendo a sus propios seguidores de la inconveniencia histórica que supone adoptar un sistema abiertamente comunista y totalitario en Venezuela, antes de que se haya consumado su obra. Después de eso, lo anunciarán a los cuatro vientos y lo deberemos tragar grueso. Cuando ocurra, ya será demasiado tarde. Habrá que evitarlo porque si no estaremos tocando las mismísimas puertas del infierno. © www.economiaparatodos.com.ar
Hugo Santaromita es periodista y escritor. El artículo precedente fue publicado en el diario venezolano El Universal el 20 de noviembre de 2005 (clickear para ir a la nota original). |