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jueves 15 de diciembre de 2005

Las Naciones Unidas comprueban que en China se tortura regularmente

La reciente misión de la ONU que visitó China comprobó que la tortura es moneda corriente en el gigante asiático. Sin embargo, el hecho de que las autoridades chinas hayan permitido el ingreso de los funcionarios de las Naciones Unidas es un paso que resulta auspicioso.

Desde estas mismas columnas informamos -hace ya algunas semanas- que China había aceptado -por vez primera- ser inspeccionada por una misión especial de las Naciones Unidas respecto de la situación de los derechos humanos en su extenso interior. Particularmente, acerca de la situación prevaleciente en su inusualmente duro sistema carcelario.

La numerosa misión especializada de la ONU, encabezada por el experimentado Manfred Nowak, pudo cumplir bastante bien con sus objetivos y visitar hasta las zonas más conflictivas, como las del Tibet y Xinjiang, aunque con algunas inesperadas restricciones, pese a que existían “garantías” previas de que ellas no iban a existir.

Que la misión haya podido hacerse es un significativo paso al frente, desde que evidencia: (i) la existencia de una cuota subyacente de buenas intenciones; y (ii) el deseo de comenzar a mejorar una situación que, hasta ahora, es absolutamente lamentable.

El resultado es, no obstante, todo lo siniestro que se esperaba. Y más aún.

La tortura, se ha comprobado, es “una práctica amplia y extendida en toda China”. Así de serio y así de grave.

Pero esto, hecho público, es precisamente lo que permitirá empezar el camino en dirección al cambio necesario.

Las palizas; los bastones y picanas eléctricos; las quemaduras con cigarrillos encendidos; las golpizas; las exposiciones al frío o al calor extremos; las inmersiones en pozos de agua; la ausencia de tratamientos médicos cuando son imprescindibles; el ser colgado del techo, por largas horas; la sed forzosa; y el impedir el sueño, son todas prácticas abominables, pero absolutamente usuales en China, según lo acaba de comprobar Novak.

Cabe recordar que la tortura es (desde hace siglos) un “crimen de lesa humanidad” y, como tal, genera las consiguientes graves responsabilidades. A esto hay que apuntar que en China hay algunos grupos “especiales” que son objeto y blanco permanente de una violencia especial.

Como era de suponer, entre ellos están la secta conocida como “Falung Gong”; las minorías tibetanas y los perseguidos “uigures” (musulmanes de origen turcomano, que residen en el noroeste de China) de la región de Xinjiang.

Además, hay persecución abierta a todos los grupos religiosos que no son reconocidos. Entre ellos, a la Iglesia Católica que permanece fiel al Papa y no acepta que sea el Estado chino quien designe a sus obispos (como quisieran, seguramente, personajes mediocres, como nuestro Néstor Kirchner, que ha mostrado realmente detestar a la Iglesia).

Un inevitable primer paso ha sido dado. Limitado, quizás. Pero puede ser el inicio de una marcha hacia una China más libre, más justa, más tolerante, más civilizada, mas digna de sí misma. No es poco. © www.economiaparatodos.com.ar



Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).




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