Normalmente, y por un hecho cultural, solemos asociar los conceptos de “educación” y “escuela”. Así, si alguien nos pregunta cómo nos parece que está la educación, nos ponemos a hablar de la escuela y no se nos ocurre decir cosas como que el vocabulario televisivo es cada vez más pobre, que las actitudes de la sociedad no acompañan lo que uno pretende enseñarles a los hijos, que los medios de comunicación tratan los temas con superficialidad, o que los ejemplos que vemos no son muy edificantes. Generalmente, no unimos mentalmente los términos “educación” con “televisión”, “sociedad” o “familia”.
Sin embargo, el proceso de educación de la juventud se produce en todo instante y situación, y uno de los momentos para aprovechar y no dejar pasar por alto, educativamente hablando, son las vacaciones. Es cierto que el receso escolar es largo y supera amplísimamente las vacaciones de los adultos, pero lo primero que hay que aprovechar son los momentos de convivencia. Como siempre, lo mejor es el ejemplo: si queremos que lean lo mejor será que nos vean leer, pero también escoger un buen libro para los chicos es un camino para formarlos en este hábito.
Los juegos de cartas también suelen ser momentos educativos, preferentemente para los más chicos: en todo juego de cartas uno debe sumar o restar, anticipar, clasificar, ordenar, elaborar hipótesis o hacer estadísticas y eso siempre contribuye a que los chicos apliquen en otro ámbito o practiquen los diversos procedimientos intelectuales. Aunque no lo parezca, un juego de “canasta” o de “escoba del 15” contribuye enormemente con la educación de los chicos.
Lo mismo puede decirse de los juegos de mesa, que también suelen trabajar sobre la memorización.
Son muy eficientes también, para lo más chicos, las construcciones, ya sean en arena, “casitas en los árboles” o fabricación de cualquier cosa con los elementos que tengan a mano (palitos, ramitas, piedras, cartones, entre otros).
Asimismo, es bastante común que en épocas vacacionales uno esté bastante más en contacto con la naturaleza, y por tanto ante nuevas situaciones. Utilizar estos hechos para crear o fomentar intereses en los chicos es otra manera sencilla, agradable y eficiente de educarlos, y también suele estimular nuestra propia imaginación y divertimento. ¿Por qué se forman las olas? ¿Por qué se alargan las sombras cuando el sol está más bajo? ¿Por qué la luna parece más grande cuando sale? ¿Por qué hay colas en las estaciones de GNC? ¿Por qué la raya amarilla sobre la ruta comienza antes de nuestro lado en las curvas? Y preguntas como éstas (cada madre o padre tendrá la imaginación suficiente para plantearles desafíos a los chicos) contribuyen sin duda alguna en el proceso educativo.
Poder ver televisión con ellos y comentar un programa, o tener un tiempo de charla más distendido sin “la presión” de “andá a hacer los deberes” o “acostate que mañana tenés que ir al colegio”, son cosas que en general sólo pueden lograrse en períodos vacacionales y que también traen muchos beneficios educativos.
También hay que intentar que en los momentos en los que ellos tienen vacaciones y nosotros no hagan algo más entusiasmante que ver televisión, chatear o jugar videojuegos. Tratar de ver qué gustos tienen para fomentarles algún hobbie, o pedirles que hagan pequeños arreglos o trabajos en la casa, también será una buena ocasión de que se eduquen.
Pensemos las vacaciones no sólo como un momento de descanso para nosotros y nuestros hijos, sino también como una excelente oportunidad para dar un gran impulso en el proceso educativo de éstos. © www.economiaparatodos.com.ar
Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles (Pilar) y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina). |