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lunes 13 de noviembre de 2006

Oposición: que no la una sólo el espanto

Las fuerzas políticas que intentan unirse en contra del kirchnerismo deben presentar una alternativa frente al despotismo, la falta de respeto a los derechos civiles y el avasallamiento de las instituciones, pero también es preciso que elaboren un plan económico consistente y de largo plazo.

Mi impresión es que en las últimas semanas muchas cosas han cambiado en la Argentina. Y esos cambios no responden a la llegada de los 30.000 millones de dólares de inversiones chinas (¿se acuerda de ese anuncio?) o a una avalancha de colocaciones de créditos hipotecarios con cuotas equivalentes a un alquiler (¿en qué habrá quedado esa gran promesa?). Curiosamente, los cambios tienen que ver más con el contexto político que el económico.

Después de nacionalizar las elecciones de Misiones e involucrarse de lleno en la campaña, al punto de poner una K en el margen superior izquierdo de la boleta oficialista, Néstor Kirchner recibió un gancho de derecha en la mandíbula que lo dejó en la lona. Y si bien no le contaron hasta diez, perdió varios puntos. No sólo Carlos Rovira quedó fuera de combate. También Felipe Solá y Eduardo Fellner tuvieron que declinar sus aspiraciones de reelección a pedido del presidente.

El otro dato relevante tiene que ver con las encuestas. Luego del papelón que hicieron varios encuestadores con sus pronósticos respecto a Misiones (es de suponer que, antes de hacer el papelón, habrán calculado, a valor presente, los ingresos futuros que sacrificarán por hacer el ridículo y perder credibilidad profesional) surge el gran interrogante de si Kirchner es tan imbatible en las urnas como se viene pronosticando. Tal es la duda, que varios sectores de la oposición ya empiezan a perderle el respeto electoral e imaginan que un frente de oposición tiene grandes chances de quedarse con la victoria en 2007, lo cual no luce imposible considerando que, cuando se analiza distrito por distrito, el Frente Para la Victoria obtuvo sólo el 30% de los votos el año pasado.

Muchos suponen que la economía no es un tema para las elecciones del año que viene. No obstante, mi impresión es que hay un dato económico que no le juega tan a favor a Kirchner. El dato es el de la inflación. La gente advierte que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que publica el INDEC poco tiene que ver con lo que siente en el bolsillo. Dicho en otras palabras, las expectativas inflacionarias son mayores a los datos oficiales, a pesar de los esfuerzos de Moreno por disimular la cruda realidad.

A propósito de Moreno, durante la semana pasada, algunos sectores empresariales afirmaron públicamente que los precios no pueden mantenerse congelados indefinidamente y no recibieron ninguna amenaza del Gobierno. ¡Toda una novedad!

De todas maneras, la inquietud por la cuestión institucional sigue siendo el tema dominante en la oposición. Diferentes sectores no kirchneristas ven con preocupación el escaso respeto por la división de poderes, la política de constante confrontación del Gobierno, los enfrentamientos que esta política genera dentro de la sociedad y el riesgo cierto sobre derechos civiles básicos como la libertad de expresión o la transparencia en los actos electores. Lo de Misiones es un claro ejemplo al respecto, al igual que el reparto de electrodomésticos en la provincia de Buenos Aires en las elecciones de 2005.

Ahora bien, el gran desafío que tendrá que enfrentar la oposición para tener chances de ganar consiste en diferenciarse de la Alianza de 1999, cuando el FREPASO y el radicalismo conformaron un frente electoral cuyo único objetivo pasaba por ganarle al peronismo. La Alianza terminó en un gran fiasco porque, en rigor, no tenía un plan de gobierno superador de lo que se había hecho en los 90. En vez de construir y mejorar sobre lo que se había hecho, la Alianza quedó paralizada en su acción de gobierno. Lo mismo podría ocurrirle a un nuevo frente opositor si, además de pacificar los ánimos y respetar la división de poderes junto con la libertad de expresión, no elabora un plan económico consistente.

Si los precios relativos no se acomodan antes de octubre del año que viene, el próximo gobierno tendrá que corregir este problema, lo que implicará un costo político significativo. Seguramente, la corrección no será igual a la de la crisis del 2001 y 2002, pero basta recordar que el IPC tiene un retraso fenomenal y que el 42% de la deuda pública está ajustada por el CER (precios al consumidor). La simple corrección de los precios relativos implicará un salto significativo en los precios al consumidor que impactará en el salario real y en el stock de deuda pública, y esto puede llegar a generar un nuevo problema de insolvencia fiscal. De manera que la oposición cometería un gran error si compra el argumento de que aquí no hay grandes problemas económicos por resolver.

Es probable que la prioridad de quienes desean armar un frente opositor se limite a evitar crecientes grados de autoritarismo, cuestión que no es menor. El problema es que si todo el plan se limita a frenar el proyecto hegemónico del gobierno, una crisis económica derivada de la herencia que se reciba puede terminar jugando a favor del kirchnerismo. No nos olvidemos que a la Alianza se la llevó puesta una crisis económica y el drama institucional que hoy padecemos es consecuencia de la impericia económica de ese período.

En definitiva, mi impresión es que a la oposición la une el espanto. Además de eso, debería unirla una propuesta de políticas públicas de largo plazo consistentes. Esto es lo que todos dicen en la oposición: “primero hablemos de proyectos y luego de candidaturas”, se oye decir. El mismo Mauricio Macri ha dicho que sumar por sumar no tiene sentido. Pareciera ser que todos tienen en claro que no es cuestión de reunir votos y después ver qué se hace. Hasta ahora, buena parte de la dirigencia política argentina se ha manejado de esa manera: “primero consigamos el poder y después vemos”. Lo cual explica por qué estamos como estamos. Esperemos que en esta oportunidad el factor aglutinante no sea el poder por el poder mismo, sino un proyecto de largo plazo.

Si esto se logra, el kirchnerismo pasará a la historia como un mal necesario para recuperar el país de su larga decadencia. © www.economiaparatodos.com.ar

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