Cafayate está a 180 kilómetros de la capital de la provincia de Salta. El camino que lleva hacia ella discurre entre los viñedos que adornan la ruta 68, enmarcada entre montañas y múltiples colores. El tiempo ha dibujado la roca y la vista es desafiada para encontrar mil formas escondidas entre las caprichosas piedras. Animales, personajes, monumentos, personas en determinadas actitudes; todo es posible con una buena imaginación y buena voluntad.

La previa del vino, que espera en el pueblo, es un festival de colores que nos regala la precordillera: rojos, azules y amarillos se entrelazan como los cordeles de Serrat en “La Fiesta”, cuando el catalán “subía la cuesta”.

Ya instalados, se puede observar el tremendo crecimiento que la uva le ha traído a este pueblo encantador. Archivado antes al estereotipo de Cuyo, el vino se ha instalado con fuerza aquí, no sólo para la producción de excelentes cepas, sino para una explotación turística que combina magníficas hosterías, acogedoras bodegas que incluyen el servicio de “bed & breakfast” e interesantísimos recorridos que lo pueden iniciar a uno en el conocimiento de este fascinante mundo.

Cafayate no llega a tener 10.000 habitantes. Aparece en los Valles Calchaquíes rodeado de un microclima que le asegura 340 días de sol al año, con temperaturas de entre 25 y 32 grados en el día, aunque con fríos intensos por la noche, propios del clima precordillerano.

Los viñedos son extensos y los casi 1.800 metros sobre el nivel del mar aseguran una combinación de oxígeno, terreno, vientos y humedades que hacen de las cosechas salteñas un hallazgo en la moderna vitivinicultura argentina.

Las bodegas se han convertido en el primer motivo de curiosidad y visita de los casi 100.000 turistas que visitan el lugar durante el año.

El emblema de Cafayate es el vino torrontés, proveniente de la uva del mismo nombre. Las bodegas instaladas en el lugar desbordan de premios nacionales e internacionales por las cepas cosechadas y hechas vino allí. No obstante, también se producen buenos cabernet, syrah y malbec.

Etchart y El Esteco son dos de los más afamados y refinados establecimientos. El primero, por su estratégica ubicación (a 1.700 metros sobre el nivel del mar) que le ha servido para hacerse un nombre en el mercado, si de Torrontés se trata. Nacido a mediados del 1.800, posee una superficie de 300 hectáreas sembradas con viñedos propios, donde predomina la uva torrontés, aunque también se cultivan malbec, cabernet sauvignon, merlot y chardonnay. La incomparable tradición vitivinícola, junto con la continua incorporación de tecnología, le han permitido perfeccionar la producción de sus vinos y alcanzar estándares de calidad irreprochables que le valieron para ganar importantes premios internacionales.

El Esteco, enclavado en los Valles Calchaquíes, realiza vinos sorprendentes y de gran personalidad, nacidos de su exclusivo terruño, de la visión y sensibilidad de sus profesionales y de la tecnología, factores que, en perfecta armonía, han dado origen a los vinos de clima dual.

En las principales bodegas salteñas se puede presenciar, en visitas guiadas, todo el proceso, desde la cosecha al embotellamiento. La duración total de estas visitas es de aproximadamente dos horas, con degustaciones y explicaciones incluidas.

Luego de un día de sol y tuteándose con los placeres de la elaboración del vino, se puede cenar en alguno de los muy buenos restaurantes que, en su mayoría, se hallan alrededor de la plaza mayor del pueblo. El Rancho, El Quijote y La Casona de Luis son excelentes opciones para combinar una buena cena con un excelente vino, que ya podrá pedir aplicando las enseñanzas recibidas en su día de excursión. © www.economiaparatodos.com.ar