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jueves 22 de febrero de 2007

Comercio bilateral con pesos y reales

La Argentina y Brasil suscribieron un acuerdo que permite el intercambio comercial entre ambos países directamente en las respectivas monedas nacionales, sin necesidad de tener que recurrir al dólar estadounidense.

La Argentina y Brasil han llegado a un acuerdo para seguir adelante con el proyecto de evitar el uso del dólar en su intercambio comercial. Consecuentemente, la iniciativa tiene como objetivo final el de utilizar las respectivas monedas, el peso y el real, para liquidar las operaciones relacionadas con el comercio bilateral.

Las ventajas que se buscan obtener se fundamentan en una cierta rebaja de costos de transacción, al eliminar la intermediación de una tercera moneda, y estimular el comercio de bienes y servicios entre ambos países.

La idea original, saludable por cierto a pesar de su obvia razonabilidad, no tiene precedentes en Latinoamérica quizá porque en los últimos cincuenta años los gobiernos que se sucedieron, en muchos de los casos ejercidos por dictaduras militares, no se mostraron demasiado amantes de la libertad ni crearon condiciones propicias para siquiera comenzar a hablar sobre el tema.

Sin embargo, hay un antecedente valioso que es necesario tener en cuenta para analizar el futuro de la iniciativa planteada y sus consecuencias. Se trata de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), organismo intergubernamental continuador del proceso iniciado en 1960 por la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Esta entidad fue creada, precisamente, para promover la expansión de la integración regional y asegurar su desarrollo económico y social. Su objetivo final era el establecimiento de un mercado común latinoamericano, propósito aún incumplido, pero vigente.

El Tratado de Montevideo 1980 (TM80), marco jurídico global constitutivo y regulador de la ALADI, fue suscrito el 12 de agosto de ese año y estableció los siguientes principios generales: pluralismo en materia política y económica, convergencia progresiva de acciones parciales hacia la formación de un mercado común latinoamericano, flexibilidad, tratamientos diferenciales en base al nivel de desarrollo de los países miembros y multiplicidad en las formas de concertación de instrumentos comerciales.

Sus doce países miembros son la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, que representan en conjunto 20 millones de kilómetros cuadrados y más de 500 millones de habitantes.

La ALADI es un convenio suscrito por doce bancos centrales para cursar y compensar entre ellos, cada cuatro meses, los pagos en dólares derivados del comercio de bienes originarios y de servicios efectuados por personas residentes de los países miembros, de modo que al final de cada cuatrimestre sólo se transfiere o recibe, según resulte deficitario o superavitario, el saldo global del banco central de cada país con el resto. A lo largo de su funcionamiento, desde 1966, se canalizaron operaciones por un monto de 224.054 millones de dólares, de los cuales sólo 74.802 millones de dólares corresponden a divisas realmente transferidas. Esto determina que para la cancelación de los saldos se necesitó solamente un 33% del importe total de las operaciones cursadas. En la actualidad, al finalizar el segundo cuatrimestre del año 2006, se cursaron por el Convenio de Pagos y Créditos Recíprocos un total de 2.127 millones de dólares. Esta cifra representó un aumento del 45% con respecto a igual período de 2005 y del 30% con relación al primer cuatrimestre del presente año, cuando se había situado en los 1.641 millones de dólares.

Tras el relato precedente, llama la atención que nunca, hasta ahora, los miembros de la ALADI, primero, y los del MERCOSUR, después, insinuaran siquiera tratar el tema cambiario, cuando es uno de los puntos principales y de mayor urgencia a considerar cuando avanzan las gestiones para llegar a un acuerdo comercial entre países. Y quizá sea ése el motivo del real estancamiento en el que ha caído el tan mentado acuerdo comercial, al que se acaba de incorporar Venezuela y al que también ahora quiere pertenecer Bolivia, justo en el momento en que aparecen las dudas de Uruguay.

El protocolo firmado por la Argentina y Brasil el viernes 15 de diciembre de 2006 para eliminar el dólar en las transacciones comerciales entre los dos países permitirá, según fuentes oficiales, reducir los costos de las operaciones al evitar el cambio de pesos a dólares y de dólares a reales y viceversa. Se calculándose que la mejora a obtenerse rondaría el 2,5% en gastos y spreads de los bancos.

También se supo que el nuevo sistema, cuyo uso tendrá el carácter de optativo, será puesto en funcionamiento en calidad de proyecto piloto y que, en caso de resultar exitoso, se propondrá extenderlo al resto de los países integrantes de la alianza.

Sin dudas, la idea esbozada por la Argentina y Brasil de utilizar sus propias monedas en las transacciones comerciales bilaterales marcará, si se concreta, un hito histórico sin precedentes y pondrá a las divisas de ambos países en las puertas de su incorporación al mercado más grande del mundo, que transa diariamente operaciones de compra y venta de monedas por el equivalente a 2 billones de dólares.

Sin embargo, es oportuno señalar algunas dudas que despierta la iniciativa. El procedimiento que actualmente rige para las operaciones de cambio encuadradas dentro del régimen de la ALADI establece que las transacciones relacionadas sólo se realizan en dólares estadounidenses con los bancos comerciales y estos, al mismo tiempo, directamente con los propios bancos centrales, a tipos de cambio previamente pactados entre las partes.

En el proyecto que hoy estudian los técnicos de ambos organismos oficiales se prevé que las operaciones de cambio en pesos y reales serán realizadas por los exportadores e importadores en los bancos correspondientes y que estos deberán efectuar en forma inmediata las respectivas contrapartidas directamente con los entes monetarios a valores exactamente iguales. Los tipos de cambio a utilizarse en tales transacciones serán establecidos por los bancos centrales cada día a la apertura de los mercados y serán fijos. Las diferencias que se produzcan como resultado de las transacciones serán compensadas por los respectivos bancos centrales en dólares estadounidenses, dentro de plazos a acordarse.

Sin embargo, habría que analizar ahora con mayor detenimiento si las condiciones actuales permitirían el uso de un tipo de cambio fijo para la operaciones comerciales entre Brasil y la Argentina, porque es probable que las empresas involucradas no acepten ni permitan que les fijen una paridad cambiaria para sus operaciones, prefiriendo ejercer su libertad para, en un sistema cambiario flotante, cerrar los tipos de cambio en el momento que les sea más conveniente para lograr su optimización.

Quizás, lo más sensato y saludable sería permitir que el mercado resolviera por sí solo el problema, invitando e incentivando a los bancos para que realicen operaciones de cambio en pesos y reales con sus clientes. A tales efectos, las entidades financieras de ambos países sólo deberían abrir cuentas corrientes en las dos monedas involucradas para poder concretar las operaciones y comenzar a mostrar las cotizaciones en pesos contra reales y éstos contra pesos del lado brasileño.

Por supuesto, y para que pueda armarse un mercado amplio, profundo y transparente, las empresas dedicadas a brindar información online sobre tipos de cambio de monedas, mediante sus sistemas electrónicos, deberían incluir en sus servicios también los datos de precios del peso con relación al real y viceversa.

Paralelamente, los bancos centrales de ambos países deberían autorizar y fomentar el uso de las operaciones a plazo (forward outright) entre ambas monedas para que tanto importadores como exportadores puedan contar con ese instrumento apto para cubrir los riesgos por la volatilidad de los tipos de cambio, tal como ocurre en el mundo civilizado. También sería útil, como alternativa, que en el ámbito privado se pudiera concretar el funcionamiento de un mercado de futuros para la negociación del peso/real.

Tal vez, todos los estudios y las gestiones que se realizan con este loable propósito serían facilitadas y, sobre todo, podrían concretarse con un mucho menor costo y mayor efectividad si los bancos centrales se dedicaran a fomentar y recomendar la nueva operatoria a los bancos comerciales de ambos países. El consenso y el acuerdo directo entre partes siempre tienen más valor y posibilidad de éxito que las imposiciones voluntaristas de los burócratas de turno. © www.economiaparatodos.com.ar

José Alfredo Nogueira es corredor de cambio.

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