Cristina está perdida en el bosque de su amada “estatocracia”
Decía Raymond Aron que el rol de una ideología decreta el carácter “ideocrático” de un gobierno, en el que se erige al Estado como una verdad fuera de toda discusión, sometiendo a la sociedad al pensamiento único y rechazando automáticamente la pluralidad de ideas.
En nuestro país lo estamos sufriendo hoy, mientras comprobamos, además, que nuestra Presidente se ha perdido en el bosque de delirios e incongruencias políticas que la llevan a confundirse en forma alarmante, al punto de creer que proponiendo esotéricos planes de “fomento” reactivará el cadáver en el que ha convertido su gobierno a toda la actividad productiva.
Los testimonios de algunos disidentes del nacional socialismo alemán hicieron notar a Aron en su tiempo que todos los niveles de la “nomenklatura” oficial de la época (léase funcionarios del régimen), habían sido cubiertos siempre por individuos desprovistos de auténticas convicciones, que solo adherían a una central única de pensamiento: INTERÉS Y ANSIA DE PODER. En el caso de Cristina Fernández, este maleficio parece cumplirse plenamente.
¿Puede dicha “ideocracia”, corroída por el escepticismo y un sentimiento generalizado de espanto entre la gente, progresar de alguna manera en ese escenario, se preguntaba Aron?
Por el momento, el lema casi enfermizo al que se aferra el gobierno ante el derrumbe, es jactarse de que ha “alcanzado y sobrepasado” a sus predecesores en su intento de reformar la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? ¿Que ha debido fundarse en objetivos “inalcanzables” para mantener la vigencia de una revolución permanente?
Las deshilachadas e intimistas alocuciones presidenciales, verdaderas confesiones de un ama de casa durante el mate de la tarde, están poniendo en perspectiva un horizonte que llegaría –en el concepto de la expositora-, cuando se hubiese “sobrepasado” todo lo conocido. ¿No es esto un claro rasgo de desequilibrio emocional?
Da la impresión que un bosque denso y oscuro se ha cerrado frente a quien ha perdido la brújula y el “sentido de las proporciones” y rebosa confianza y optimismo en un mundo que existe solo en su imaginación.
Dirigir discursos de autosatisfacción es la piedra basal de la etapa que nos hace vivir el gobierno, en la que asistimos absortos a un vano esfuerzo del kirchnerismo en su conjunto por “estar” en un tiempo que no es el presente, imposible de sopesar por esta razón.
Cristina no se hace cargo de los problemas que ha creado, porque “a gatas” puede hacerse cargo de sí misma. Siente que vive momentos únicos de su vida, en los que puede experimentar constantemente algo nuevo. Que ese tiempo ES AHORA. Por lo tanto, no quiere perder tiempo en relacionarse de ninguna manera lógica con el futuro, porque está convencida que basta querer que las cosas sucedan, para que tengan lugar.
CRISTINA ES LA SUMA TOTAL DE SUS OPCIONES PERSONALES, diría de ella el psiquiatra estadounidense Wayne Dyer.
No se siente responsable de nada, porque está por encima de todo. El bosque en el que se ha perdido es solamente un cálido follaje de primavera que la cobija para que pueda seguir “imaginando” un futuro QUE NO EXISTE. Ella se dice a sí misma algo así como “tú puedes ser lo que te propongas”. Y obra en consecuencia.
Los pensamientos “encanutados” (Cristina dixit) en lo más profundo de su interior, la hacen sentir que posee virtudes “neutralizadoras” para batir en retirada a todos aquellos problemas que solo parecen existir para quienes desean desestabilizarla.
Nuestra opinión es que dependemos de una persona que solo desea compartir con sus oyentes “los meandros de sus endechas solitarias” y nos enferma cada día un poco más, dejándonos siempre muy enfadados porque habla sin darse cuenta que su gobierno camina hacia ninguna parte.
Mientras tanto, se queja compungida porque el gobierno de la ciudad de Buenos Aires ha aplicado un impuesto de ¡tres pesos! a quien baje películas por Netflix. Lo que, dice, la ha perjudicado “a moi” (sic).
¿Existirá banalidad más grande en este mundo?
carlosberro24@gmail.com