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jueves 30 de agosto de 2007

¿Flotación administrada?

Aunque el Gobierno pretenda imponer su propia definición, la actual política cambiaria se parece más a la convertibilidad que a la flotación administrada que rige en el mundo civilizado.

“Si algo he aprendido es que los tipos de cambio no se pueden pronosticar. Y lo último que le recomendaría a un presidente recién electo es jugar su credibilidad en algo que no puede pronosticar". Con estas palabras, el miércoles 28 de Mayo de 2003, el entonces presidente del Banco Central de la República Argentina, Alfonso de Prat-Gay, se refirió, duramente, al tema del tipo de cambio sobre el que había opinado horas antes el presidente Néstor Kirchner, quien había asumido el cargo el domingo anterior. Y agregó: “El presidente electo nos dijo que le gustaría un dólar a tres, lo cual, en este ambiente, uno podría decir es un enorme disparate. No tiene que dar nunca semejante nivel de detalle".

La anécdota, que si bien impactó en ese momento pero que luego se trató de hacer olvidar rápidamente, sirve para recordar que aquel comentario, en realidad, resultó ser el primer y único anuncio de la política cambiaria que seguiría el nuevo gobierno, también impulsada por el entonces ministro de Economía Dr. Roberto Lavagna.

En ese sentido, la orden presidencial –no el plan de gobierno- fue muy clara y precisa: hay que comprar la mayor cantidad de los dólares que ingresan al país con el doble objetivo de juntar más reservas y mantener alto el valor de la moneda estadounidense. Kirchner estaba y sigue convencido de que un dólar alto favorece las exportaciones y sirve para sustituir importaciones. Pero en realidad le permite al Tesoro lograr una fluida y alta recaudación, logrando un importante superávit fiscal, vía las retenciones a las exportaciones de granos y combustibles y el impuesto a los créditos y débitos bancarios.

Alfonso de Prat-Gay, a pesar de no compartir la opinión del Presidente, trató de cumplir aquel mandato buscando el equilibrio de su política basada en el esquema de metas de inflación (inflation target) con el sostenimiento de la paridad de nuestro peso lo más cercana posible a los $ 3. Para ello, en determinados momentos de su gestión, debió permitir cierta volatilidad del tipo de cambio entre aquel precio y un piso situado en los $ 2,75 y dentro de las limitaciones que le permitía el nivel de la base monetaria establecida como objetivo del programa. Hasta se animó, en cierto momento, a llevar el tipo de cambio bastante cercano a los $ 3,10.

En cambio, desde la asunción de Martín Redrado al frente del Banco Central la política oficial del “tipo de cambio alto” pasa por su mejor momento, al confirmarse rápidamente que el nuevo titular del ente monetario seguiría al pie de la letra las indicaciones de Néstor Kirchner, con quien mantiene una comunicación casi diaria.

Sin embargo, al finalizar marzo de 2005 Redrado protagonizó un amago de sublevación, al sostener con cierta vehemencia, en una reunión con legisladores, que ya no estaban dadas las condiciones para que con el manejo de la política monetaria se pudieran cumplir con los tres objetivos prioritarios de la política oficial: mantener un nivel alto del tipo de cambio, bajar las tasas de interés y la inflación controlada. "En una economía normalizada, el manejo de cada una de estas variables compete a actores distintos", afirmaba, dando a entender que era el Banco Nación el que debía sostener alto el valor del dólar utilizando para ello los fondos provenientes del creciente superávit fiscal. La que finalmente resultó una temeraria propuesta del titular del ente monetario no fue escuchada y muy pronto pasó al olvido.

Tiempo después, en mayo de este año, Martín Redrado intentó volver a insistir, nuevamente sin éxito y quizá por última vez, para lograr que el Banco Nación lo asistiera en la ardua tarea de mantener lo más alto posible el valor del dólar, utilizándose los fondos del Tesoro.

Y el 24 de ese mismo mes el presidente Kirchner aprovechaba una reunión con la cúpula de UIA para ratificar que se mantendría el “tipo de cambio competitivo” como eje fundamental de la política económica. Así lo dijo: “Tenemos presiones pero yo les aseguro que no las vamos a escuchar. Vamos a sostener el valor del dólar”.

Casi un mes después la ministra de Economía, Felisa Miceli, afirmaba que “por más que arrecien versiones que siempre ponen de manifiesto las dificultades que va a tener el gobierno para sostener el tipo de cambio, esto es una decisión, una política de Estado”, agregando: “Queremos que este tipo de cambio siga funcionando como una protección para las industrias y las economías regionales”.

Mientras, el lunes 18 de junio, el director gerente del FMI, Rodrigo de Rato, advertía, en una clara alusión a la Argentina, que “los miembros deben evitar la manipulación de los tipos de cambio…para equilibrar su balanza de pagos o sacar ventajas en forma injusta frente a otros miembros”.

Dos días después, el Día de la Bandera, los máximos responsables de las industrias automotrices radicadas en el país escucharon del presidente Kirchner las palabras que querían oir: “Para los tiempos que se vienen, para 2007 y para 2011, hay que garantizar un dólar competitivo…para aumentar las exportaciones”.

Es evidente que casi nadie se anima hoy a oponerse a esta política cambiaria que reemplazó al 1 x 1 de la Ley de Convertibilidad, aunque paradójicamente tiene fundamental similitud por cuanto se basa también en un tipo de cambio fijo o semi fijo del peso contra el dólar, pero en lugar de estar ahora el peso sobrevaluado como en los 90’ se lo mantiene fuertemente subvalorado. Y las consecuencias, en ambos casos, son igualmente catastróficas. Ya experimentamos la primera crisis y ahora nos encaminamos, inexorablemente, hacia la segunda.

Y para tratar de seguir escondiendo la realidad, en los últimos días tanto Redrado como otros altos funcionarios han salido a comunicar, a través de todos los medios, que la política cambiaria oficial se basa en el sistema denominado “flotación administrada”, que es el que rige desde hace ya más de treinta años en el mundo civilizado.

Nada más alejado de la realidad. Tal afirmación es totalmente falsa porque dicho sistema nunca ha sido puesto en práctica en nuestro país. El sistema cambiario impuesto en la Argentina nada tiene que ver con la flotación administrada que existe en los principales países. La intervención del BCRA en el mercado no tiene ni tuvo hasta ahora ningún sustento razonable e ignora o desconoce las reglas del juego aceptadas dentro de ese ámbito en el mundo globalizado. Una muestra más de ello fue lo ocurrido la semana pasada, cuando el BCRA intervino en el mercado de cambios comprando y vendiendo, como si su acción tuviera como objetivo competir con las entidades privadas o, en el peor de los casos, tratar de perjudicarlas. Así, primero, se lo vio actuar como para ponerle un freno a la revaluación del peso y más tarde, al filo de la semana y con agresividad inusitada, evitar una mayor devaluación cuando el tipo de cambio pisaba la figura de $ 3,18 por dólar.

Es hora de que revisemos también este aspecto tan importante de la acción de Gobierno y retomemos la senda correcta, antes de que sea demasiado tarde. © www.economiaparatodos.com.ar

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