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jueves 14 de junio de 2007

No debe haber más “política cambiaria”

Es preciso abandonar definitivamente políticas ya probadas en los años setenta y ochenta, que terminaron en los más rotundos fracasos, y liberar el mercado para que éste fije libremente el valor del tipo de cambio.

“Mientras que las reservas sigan creciendo y se mantenga el tipo de cambio competitivo, seguirá el crecimiento económico”, afirmó la ministra de Economía, Felisa Miceli, el jueves 31 de mayo, durante su disertación en la Cuarta Cumbre Financiera Argentina, que organizó en Buenos Aires la revista especializada Latin Finance. Ésa fue la más reciente y contundente ratificación de la actual política cambiaria del Gobierno, constituida en el único basamento que sustenta el andamiaje de una economía que se desenvuelve con cada vez más fuerte intervención del Estado.

Control de precios y tarifas de servicios públicos, medios de transporte y numerosos productos alimenticios subsidiados. Impuestos al comercio con el exterior y a los créditos y débitos en cuentas corrientes bancarias. Alto desempleo escondido tras planes sociales sin futuro e inflación artificialmente reprimida por la intervención en el INDEC. Todo ello, sin duda, al servicio de una egoísta intención política de corto plazo que conspira en contra del mejor futuro de nuestro país.

Pero eso no es todo. Realmente, el mantenimiento del “dólar alto”, como quiere el presidente Néstor Kirchern, sigue afectando negativamente el nivel de los salarios y es la principal causa de que la inflación real esté alrededor del 12%. Además, ya no queda margen para que aumente la demanda de luz y gas y por eso se producen los apagones, el corte del fluido y las arbitrarias suspensiones temporarias de la producción en las principales industrias del país. El transporte ferroviario y el subterráneo funcionan mal. No hay radares para controlar el vuelo de los aviones y el tránsito está colapsado. Tal situación, claramente, ocasiona serios problemas, tanto a los inversionistas como a los trabajadores directamente afectados y a la población en general.

Más aún: ya ha comenzado a preocupar la situación económica-patrimonial del Banco Central (BCRA) como consecuencia de la política de aumentar el nivel de reservas hasta los casi 41.000 millones de dólares. Al respecto, cabe aclarar que si bien Martín Redrado asegura que “la estrategia de acumulación de reservas está dirigida a brindar a la economía un seguro contra escenarios negativos”, la realidad muestra que con esa afirmación se pretende ocultar la verdadera motivación, que no es otra que sostener el “dólar alto” como le exige el presidente, quien sigue muy de cerca la acción del Central en ese sentido.

Mientras, el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), como se lo denominó ostentosamente a partir de la derogación de la Ley de Convertibilidad, funciona sin ser “único” ni “libre”, ni el tipo de cambio es libremente pactado tal como se lo estableció en el decreto 260. Es cierto que el rígido control de cambios impuesto durante la profunda crisis vivida a fines de 2001 y en 2002 fue morigerándose paulatinamente hasta nuestros días, aunque todavía se mantienen ciertas normas y disposiciones que complican y entorpecen el funcionamiento del mercado, a los exportadores e importadores en general y al financiamiento de sus actividades.

Una muestra de ello son las recientes comunicaciones dictadas por el ente monetario que, bajo la apariencia de liberalizar la operatoria, permitió la realización de ciertas transacciones condicionadas con el sólo propósito de facilitar momentáneamente la salida de divisas para aliviar la fuerte presión de la oferta en el mercado, motivada por el importante superávit que muestra la balanza comercial y el constante ingreso de fondos con fines especulativos.

En realidad, y esto también es parte de una verdad que no se quiere admitir, la decisión tomada en aquel momento de establecer el sistema de flotación del tipo de cambio no respondió a un acto de convencimiento sino, simplemente, a hacer lo opuesto a lo que había hecho el gobierno menemista en la materia. Esto quedó demostrado luego con el control de cambios y la permanente intervención del Banco Central en el mercado, con lo que se logró fijar el valor del peso frente al dólar en la paridad de tres a uno, lo que convirtió a nuestro signo monetario en el más devaluado del mundo.

Para colmo de males, la modalidad operativa del MULC creada por el propio Banco Central para que funcione sólo a través de sistemas informáticos, el Siopel del MAE y el MEC de los corredores de cambio, hasta conspira hoy contra la efectividad de la acción del ente monetario en el mercado. El sistema, de uso obligatorio para las entidades bancarias y cambiarias, produjo la desaparición de los dos aspectos fundamentales que permiten el funcionamiento amplio y profundo de los mercados, como lo son la sorpresa y la incertidumbre. Efectivamente, la muerte del mercado se produce en el mismo momento en que aparecen en pantalla las ofertas y las demandas con los precios y volúmenes, de modo que los operadores se vuelven sólo simples ejecutores de los fríos “clics” correspondientes.

Y así, el BCRA se ha convertido en el “salvador” o en el “ejecutor” cuando sale a barrer la oferta de dólares al tipo de cambio que sea o, por el contrario, decide no hacerlo. Por otra parte, se debe tener en cuenta, en este sentido, que en la mesa del Central hay alguien que ostenta el poder absoluto de establecer diariamente la paridad de nuestra moneda frente al dólar, sin importar para nada las tendencias del mercado. Por supuesto, en el MULC tampoco juegan los acontecimientos que ocurren en el mundo y que normalmente afectan a las cotizaciones de las monedas porque, también en este aspecto, nuestro país sufre de un total aislamiento.

Creo que ha llegado el momento de que nuestros políticos y algunos economistas por fin se den cuenta de que hay que dejar de lado definitivamente políticas ya probadas en los años setenta y ochenta, que terminaron en los más rotundos fracasos y provocaron profundas y dolorosas crisis. El tipo de cambio no debe jijarse y menos manipularse porque sólo el mercado puede lograr su valor de equilibrio, que es el que permite a los países una sana competencia y un crecimiento sustentable. Definitivamente, entonces, no debe haber más “política cambiaria” y, consecuentemente, habrá que poner todo el énfasis en las políticas monetarias y fiscales, como lo hacen los países en el mundo civilizado. Ése es, sin alternativas, el único camino posible. Comencemos a transitarlo ya, antes de que sea demasiado tarde. © www.economiaparatodos.com.ar

José Alfredo Nogueira es corredor de cambio. Para comunicarse con él: josenogueira@fibertel.com.ar.

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