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viernes 19 de julio de 2013

Un decadente club de amigos

Un decadente club de amigos

En el Mercosur prima lo político sobre lo jurídico y solo se ven con buenos ojos para ser socios a los gobiernos amigos ideológicos

Todo lo que hubo que decir sobre la Cumbre de presidentes del Mercosur, el lector lo puede encontrar en el editorial. Por ello, prefiero centrarme en cómo un ambicioso proyecto de creación de un potente bloque comercial se ha ido deteriorando en sus dos décadas de vida hasta convertirse en un decadente club donde la integración comercial se ha olvidado, donde prima lo político sobre lo jurídico y donde solo se ven con buenos ojos para ser socios a los gobiernos amigos ideológicos.

Veamos la declaración de 59 puntos firmada por los presidentes de Argentina, Uruguay y Brasil, más el presidente de Venezuela (cuyo ingreso al Mercosur es más que discutible desde el punto de vista jurídico) y el presidente de Bolivia, que es un miembro asociado pero no de pleno derecho como para firmar comunicados en similitud de jerarquía que los demás presidentes. Parece más un manifiesto político en apoyo de Evo Morales (apoyo correcto desde el punto de vista del derecho internacional e incluso desde un punto de vista político) y contra el colonialismo (la intercepción de datos por parte de Estados Unidos que no afecta solo al Mercosur sino a todo el mundo que tenga un correo electrónico basado en USA) que el resultado de reuniones para corregir los gravísimos problemas que tiene el Mercosur y que se ignoran por completo.

Recién en el punto 12 hay una mención a “que la consolidación de la Unión Aduanera requiere avanzar, entre otros aspectos, en la facilitación del comercio intrazona, la reducción de las asimetrías, el acceso al financiamiento y la integración de las estructuras productivas, la cual permitirá fortalecer el modelo regional de desarrollo económico inclusivo, cuyos beneficios se distribuyan entre todos los socios”. Ahora bien, es público y notorio que la República Argentina ha venido aplicando en los últimos años un modelo económico autárquico y proteccionista. Modelo que incluye restricciones cambiarias para el comercio exterior y prohibiciones expresas de importar determinados productos del bloque y fuera del bloque, que muchas veces carecen hasta el sustento normativo mínimo. Es decir, la negación de la importación proviene, no de un decreto presidencial que sería lo lógico aunque violatorio del Tratado de Asunción, sino de una orden verbal del inefable secretario de Comercio Guillermo Moreno, que recientemente prohibió una importación de trigo desde Uruguay.

Esas medidas, que hieren de muerte el Tratado de Asunción que dio origen al Mercosur y que en su primer artículo, para que no quepan dudas o malas interpretaciones, proclama la libre circulación de personas, bienes y servicios, no merecen siquiera que en uno de los 59 puntos se haga una referencia o un llamado a su eliminación. Argentina se ha propuesto llevar adelante un proyecto económico que se da de bruces con el Mercosur y con cualquier acuerdo comercial de libre circulación de bienes. Si nos atenemos a la letra y al espíritu del Tratado de Asunción, Argentina se ha excluido del mismo. Y si dejáramos el lenguaje políticamente correcto y nos decidiéramos llamar a las cosas por su nombre, habría que decirle al gobierno argentino que por ahora se considere excluido del Mercosur y que será aceptado nuevamente con gran alegría cuando derribe las murallas comerciales, que vía aranceles o lisas prohibiciones ha construido con todo desdén hacia normas y pactos internacionales que ha firmado en el pasado.

Pues bien, ello a nadie le preocupa pese a que la presidenta Dilma Rousseff se retiró molesta de reciente su visita a Buenos Aires por la falta de respuestas a sus planteos, y a que Uruguay protesta una vez sí y otra también a las restricciones a nuestras exportaciones sin recibir más que promesas que ya sabemos no serán cumplidas. Nada de eso parece interesar a los demás presidentes del Mercosur. ¿Por qué? Porque el Mercosur dejó de ser un bloque comercial para ser un club de amigos ideológicamente afines. Sacamos al que no nos gusta y dejamos entrar al que sí nos gusta. Y ninguneamos al Paraguay como si esto fuera una recreación de la Triple Alianza. Quizá ha llegado el momento en que lo mejor sería sincerarse y reconocer que la integración económica no les interesa a los actuales gobiernos y lo que prefieren es tener un motivo para reunirse de vez en cuando y emitir una serie de vacuos postulados políticos.

Fuente: www.elobservador.com.uy