La Argentina es un país de berretines. Se le ponen cosas en la cabeza y embiste contra la realidad con tal de darse el gusto. Desconoce los consejos, las sugerencias y, por sobre todo, la experiencia internacional: contra ésta tiene una cuestión de honor y de dignidad (o de lo que la Argentina entiende por eso).
El berretín de un país socialista ronda las cabezas calientes de una masa desinformada y presa de la demagogia, desde hace rato. Fue abortado varias veces y su gusto quedó atravesado en las gargantas como una espina de pescado. Los que creyeron terminarlo no advirtieron que el resentimiento y el odio habían impedido que el experimento atravesara el tracto digestivo de la sociedad y fuera definitivamente evacuado.
Ahora lo tenemos de nuevo. Liberado de las impurezas del gabinete y rodeado de banderas montoneras en el Salón Azul de la Casa de Gobierno, el presidente inicia una etapa a todo o nada, volando solo.
Ya no hay ninguna represa que contenga su poder. Ha colocado a su lado a personas que están para refrendar decisiones que él tome en las cuatro paredes de su encierro. Proveniente también de un pueblo aislado por la lejanía y el viento, el presidente sólo escucha su propia voz.
Hay, sin embargo, algo de positivo en todo esto: de ahora en más es su idea, su método y sus elecciones. Los resultados de la implementación de esa soledad dirigirán las miradas de todos hacia el único lugar identificado como emisor de decisiones: el propio Kirchner.
Ya no habrá excusas que emparienten los fracasos con el neoliberalismo o las asociaciones internacionales con los execrables de la Tierra. Estamos frente al altar de la intervención del Estado en todo, frente a ejes que luchan contra el “imperialismo” y frente a quienes nos liberarán del “mal”. Estamos, en suma, frente a los portadores de la “Verdad”. Toda voz que no coincida en el altar, habrá osado alzarse contra la evidencia y por lo tanto deberá ser acallada.
Pero también hay algo de negativo frente a la positiva claridad que supone el saber qué ideas nos gobiernan y que métodos se utilizan. El mundo no ha logrado evitar que la combinación de ideas y métodos produzca determinados resultados. También, la realidad se ha rebelado contra el hecho de que ideas y métodos equivocados conduzcan a buen puerto. Impiadosamente, la realidad castiga con dureza a quien aplica malas ideas y malos métodos. En ese momento el costado positivo que supone identificar con claridad al culpable será poca compensación a la hora de calcular los precios que pagaremos todos.
El presidente se ha dado el gusto de operar él solo un berretín que la sociedad endosó con sus gustos abortados del pasado. Pero a la hora de repartir los resultados, en el barco, como de costumbre, estaremos todos. Es posible que muchos de los que enarbolaron estas banderas cuyo resultado previsible es el colapso, se eximan de culpa. Así como no fue posible identificar a quien votó por Alfonsín, por Menem o por De la Rúa cuando a éstos les llegó el momento del ocaso, también nos costará encontrar a quienes admitan haberse equivocado. Es por esta misma razón que el país se las ha ingeniado para gambetear las soluciones que han sacado a otros del fracaso. Cuando una idea fracasa nadie asume que la defendió con pasión. Y es esa asunción, justamente, la que nos pondría a salvo de volver a cometer los mismos errores.
Resulta penoso ver una sociedad tan hueca, tan dominada por la moda y tan poco proclive al pensamiento. Los balances naturales de la República están ausentes en la Argentina. El Congreso acaba de batir el récord de menor cantidad de sesiones ordinarias desde 1983. La Justicia refrenda la liviandad de los valores con fallos que asustan a la parte sana de la sociedad. La prensa vive del presupuesto público, la oposición viaja por Europa, el pueblo vota movido por los electrodomésticos y los empresarios sólo aspiran a salvarse a sí mismos para no ser parte de los que caen en la diatriba.
Estamos en manos de la épica romántica, que cuando no logra convencerte, te mata. Estamos frente a quienes dicen adorar a la humanidad, pero sienten un enorme resentimiento y odio hacia el prójimo. Aman lo etéreo, aborrecen lo cierto.
Pero la realidad trabaja 24 horas al día. Los retorcimientos contranatura para dominar la inflación, las alianzas estrambóticas para oponerse al “núcleo de poder mundial”, la rebelión contra la aritmética y el desconocimiento del sentido común sólo pueden durar un tiempo.
Al cabo de ese tiempo habrá dos cosas seguras: el resultado y el responsable de haberlo provocado. Del primero, seremos víctimas todos. Que aprendamos la lección de una vez será nuestro único vehículo para asegurarnos de que, en el futuro, no haya otros responsables que, no por estar perfectamente identificados, se podrán liberar fácilmente de la carga de haber profundizado nuestros odios, nuestros resentimientos y nuestros inútiles caprichos de adolescentes. © www.economiaparatodos.com.ar |